Katy Perry, en modo ultraperonista: "Vine a pesar de las políticas de Milei"

Katy Perry volvió a la Argentina y lo hizo con la fuerza de quien sabe que en estas tierras tiene un público incondicional. A sus 40 años, la estrella pop ofreció en el Movistar Arena un concierto que combinó nostalgia, despliegue visual y gestos de complicidad que hicieron vibrar a miles de fans que la esperaban desde hace casi una década.

La apertura fue una postal futurista: una plataforma circular, luces robóticas y ella emergiendo en el centro con “Artificial”. Apenas apareció, soltó el primer guiño de la noche: “Argentinaaaaaaa”, gritó, y la ovación fue ensordecedora. Siguieron “Chained to the Rhythm”, “Teary Eyes” y un “Dark Horse” que desató un estallido colectivo de saltos y coros.

El segundo bloque del show fue puro viaje en el tiempo. Perry cambió de vestuario y apeló a los clásicos que la transformaron en ícono cultural. “I Kissed a Girl” y “Hot N Cold” encendieron la memoria adolescente de gran parte del estadio. Luego llegaron “Teenage Dream”, “Woman’s World” y “California Gurls”, himnos que parecían rejuvenecer al público. El cierre de este tramo llegó con “Last Friday Night (T.G.I.F.)”, en donde la cantante protagonizó uno de los momentos más virales: tomó el celular de un fan en el campo, grabó un video, posó para una selfie y lo devolvió como si nada.

La conexión con la gente no fue solo musical. En medio del concierto, Perry bajó la velocidad y se permitió hablar: “How are you, Argentina? Woow, I think, I know that my heart is in Buenos Aires”, lanzó, mientras el estadio se venía abajo. Luego sorprendió con una confesión: “Me dijeron que no viniera a la Argentina por la política económica de Milei, que era muy caro, que no se podía llevar el show. Y yo respondí: en Argentina están mis fans más grandes, no me importa la derecha de Milei”. Los gritos, a esa altura, opacaron cualquier otro sonido.

El tercer bloque trajo consigo una escenografía impactante: flores grises gigantes flotando y colgando desde el techo, una imagen surrealista que envolvió “Nirvana”, “Crush”, “I’m his, he’s Mine” y la poderosa “Wide Awake”. Ocho bailarines acompañaron con precisión quirúrgica, pero la voz de Perry, más sólida que nunca, fue la protagonista absoluta.

El clímax llegó en el cuarto set, cuando un fan le alcanzó una camiseta de Argentina. Perry la levantó con orgullo, se la apoyó en el pecho y, sin ensayar, improvisó unas frases de “Don’t Cry for Me Argentina”. La alusión a Eva Perón arrancó lágrimas, sonrisas y un aplauso interminable. No era la primera vez que hacía un gesto político en su visita: días antes había posado con un cuadro de Evita. Entre la ovación, redobló la apuesta y con humor advirtió: “No le digan nada a los brasileños, se van a enojar, que no se enteren”, en alusión a su próxima parada en San Pablo.

El show duró más de dos horas, pero la sensación fue de fugacidad. Entre visuales futuristas, clásicos pop que marcaron generaciones y una serie de frases que quedarán en la memoria de los fans argentinos, Katy Perry ratificó que su romance con el público local no se desgasta. Fue más que un recital: fue una celebración de lealtad mutua.

En un país donde los artistas internacionales muchas veces dudan por la coyuntura económica, Perry eligió subirse al escenario y responder con hechos. Sus palabras fueron claras, su show fue contundente y el mensaje final inequívoco: Argentina sigue siendo parte fundamental de su universo emocional y artístico.