Geopolítica: Argentina dolarizada como vidriera de EEUU

El Financial Times reveló que la Casa Blanca evalúa promover la dolarización en países inestables para frenar la expansión monetaria china. Argentina aparece como caso testigo: un país con capital humano, recursos y una historia de crisis que puede servirle a Washington como “caso de éxito”.

Actualidad02/11/2025
NOTA

EE.UU., China y la nueva guerra del dólar

 

La dolarización volvió al tablero, pero no como idea local. El Financial Times ventiló que funcionarios del gobierno de Donald Trump analizan impulsar la adopción del dólar en economías frágiles como estrategia para contener el ascenso del yuan. En la lista figuran Argentina, Turquía y Venezuela: tres países distintos, pero con algo en común, el agotamiento de sus monedas.

La lógica es clara: si Washington logra consolidar el “área dólar” en el hemisferio sur, gana presencia económica y simbólica en territorios donde China avanza con créditos, infraestructura y swaps de monedas. Convertir a Argentina en un país dolarizado sería mostrar que el orden americano todavía puede ofrecer estabilidad. En la narrativa de la Casa Blanca, no sería solo un rescate financiero: sería una bandera.

Desde agosto, economistas ligados a la administración Trump —entre ellos Steve Hanke, uno de los teóricos de la dolarización— mantuvieron reuniones con asesores del Tesoro estadounidense. La propuesta circula como borrador, pero tiene una lógica geoestratégica: usar la crisis argentina para probar un modelo de “disciplinamiento financiero” que muestre resultados visibles en el corto plazo.

Sin embargo, el espejo argentino no refleja entusiasmo. Luis Caputo reconoció que “no hay dólares suficientes” y el Fondo Monetario advirtió que someter la política monetaria a la Reserva Federal implica renunciar a cualquier autonomía. La experiencia de la convertibilidad aún late en la memoria colectiva: estabilidad a cambio de soberanía.

Domingo Cavallo, padre de la Convertibilidad, volvió a escena. Celebró el resultado electoral de Milei y pidió “eliminar el cepo” y “legalizar el dólar como moneda de curso”. En su visión, el triunfo legislativo abre un ciclo de estabilidad que podría replicar los años noventa. Lo que no dice Cavallo es que, en el contexto actual, esa reforma no se haría desde Buenos Aires, sino desde Washington.

Detrás del entusiasmo técnico hay política dura. El respaldo de Trump y del secretario del Tesoro Scott Bessent no es un gesto desinteresado: es parte de una ofensiva para recuperar influencia en el Cono Sur. Una Argentina dolarizada serviría para demostrar que el dólar sigue siendo la lengua franca del capitalismo global, incluso en territorios donde la diplomacia china compró parte del silencio.

Pero el costo interno de ese movimiento no es menor. Convertir al dólar en moneda oficial implicaría aceptar que el país no define más su tasa de interés ni su nivel de emisión. Que el crédito, el salario y el precio del pan se calculen según la agenda monetaria de otro país. El espejismo de la estabilidad podría ser, otra vez, una servidumbre elegante.

En esta partida, Milei y Caputo juegan un ajedrez que no les pertenece del todo. Washington busca una vitrina de éxito, Beijing una posición comercial, y Argentina —con su historia de crisis y resiliencia— vuelve a ser el tablero donde otros prueban sus estrategias.

Al final, la pregunta no es si el país puede dolarizarse, sino quién se beneficia si lo hace. Estados Unidos quiere demostrar que el dólar aún puede salvar economías.
Los argentinos, que el país todavía puede salvarse a sí mismo.

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