Sigue la pelea entre Nación y Provincia por la deuda

Pulseada por la deuda y la caja bonaerense

En los papeles, lo que falta es un trámite técnico. En la práctica, es una palanca política. Axel Kicillof consiguió en la Legislatura una autorización inédita: endeudarse por hasta 3.685 millones de dólares para pagar vencimientos, seguir obras y armar un fondo para los 135 municipios. Unión por la Patria, PRO, UCR, Coalición Cívica y libertarios dialoguistas levantaron la mano. La provincia hizo la tarea puertas adentro. El problema es que la lapicera final no está en La Plata, está en el Ministerio de Economía de la Nación.

Luis Caputo, el mismo funcionario que defiende emisiones en dólares para la Nación y revisa esquemas de retenciones con gobernadores patagónicos, ahora mira el expediente bonaerense con una lupa selectiva. Para Córdoba, Ciudad de Buenos Aires y Santa Fe el aval llegó. Para la provincia más grande del país, todavía no. Es difícil explicar esa diferencia con una fórmula contable, pero muy sencillo hacerlo en clave política.

Carlos Bianco lo dijo sin rodeos: Buenos Aires cumple la Ley de Responsabilidad Fiscal. El tope de servicios de deuda está en 15 por ciento del gasto neto de coparticipación. La provincia está en 7 por ciento. De manual, el aval debería ser automático. Si no sale, sostiene el ministro, ya no es técnica la discusión, es ideológica. Es Milei condicionando el endeudamiento de un gobernador opositor al que detesta.

En el oficialismo nacional la respuesta es otra. Sugieren que la provincia está al límite y que su modelo de gestión es “insostenible”. El punto ciego es que la propia Legislatura bonaerense, con oposiciones incluidas, no comparte ese diagnóstico. El voto cruzado mostró algo incómodo para la Rosada: la mayoría del sistema político provincial entiende que sin nueva deuda no se pagan vencimientos ni se sostienen obras.

Bianco se encargó de despejar el fantasma de la palabra maldita. No habló de default, habló de calendario. Explicó que los dólares son para servicios de capital e intereses, más algunos proyectos de infraestructura en marcha. Y se tomó el trabajo de explicar algo que en la discusión nacional se suele borrar: la provincia tiene superávit económico, es decir, cubre gastos corrientes con ingresos corrientes. El rojo aparece cuando se suma obra pública. Traducido: si frenara rutas, escuelas y hospitales, podría mostrar números primarios prolijos. Kicillof eligió lo contrario y ahí choca con la estética del ajuste mileísta.

El contraste con Córdoba, CABA y Santa Fe es el corazón de la trama. Esos distritos ya consiguieron el visto bueno para seguir tomando deuda. Nadie en Nación cuestionó su cumplimiento de la Ley Fiscal ni los acusó de desborde. La señal es transparente: al amigo o al socio se le dice que sí, al gobernador opositor con proyección nacional se lo deja esperando en la sala.

El riesgo es doble. Por un lado, tensionar el financiamiento de la principal provincia del país justo cuando los mercados miran con lupa cualquier ruido institucional. Por el otro, usar la caja y la deuda como castigo político sin hacerse cargo del costo. Bianco ya dejó planteado el escenario: si la negativa se sostiene, la provincia avanzará en denunciar discriminación. No será una discusión solo de números, será una discusión de poder.

La novela sigue porque el diseño está hecho para eso. Milei necesita mostrar disciplina fiscal y marcarle la cancha a Kicillof, su adversario predilecto. Caputo administra la herramienta más eficaz que tiene la Nación sobre las provincias: el control del endeudamiento en dólares. Kicillof, por su parte, se aferra a un dato frío: cumple la ley y tiene una autorización legislativa amplia. En el medio quedan los municipios, la obra pública y los vencimientos que no esperan.