Cuidado: ganó el “Peluca” de USA pero nos son las ideas de Milei

El enigma de quién gobernará EE.UU. ha sido develado. Resta cerciorarse si eso es lo más conveniente para la crisis argentina. Habrá que ver si semejante espuma comunicacional se traslada a resultados concretos para la Argentina.

Política07/11/2024
NOTA MILEI

Consumado el resultado electoral que le permite regresar a Donald Trump a la presidencia de los EE.UU., Javier Milei y gran parte de sus funcionarios retroalimentan una euforia típica de un triunfo propio. ¿Justificado o sobreactuado?

Desde el punto de vista comunicacional, el Gobierno hace lo que marcan los manuales. Se sube a la ola y utiliza la victoria trumpista como parte de su relato en la batalla cultural de que lo moderno, lo revolucionario, es girar fuertemente a la derecha. Basta de un mundo dominado por ideas comunistas, sería.

A Milei le resulta bastante sencillo la identificación con Trump, que resultó una suerte de musa inspiradora para su breve pero intensa carrera política.

De hecho, le copió varios tips a la hora de construir su exitosa narrativa política, que ya forman parte de un protocolo básico de la nueva derecha global.

Al revés de Mauricio Macri -que lo considera un amigo hasta por cierta cercanía generacional, negocios que tuvieron en común y trato directo durante sus presidencias- Trump es para Milei el modelo a seguir, lo que pretende ser.

Ese imán se exhibió en el breve y único encuentro que tuvieron hace unos meses, en el detrás de escena de un evento conservador en EE.UU., donde el mandatario argentino le tomaba de los brazos y se le iluminaba el rostro como si fuera un fan. De hecho, esa imagen editada convenientemente es la que ilustra los posteos de estas horas de Milei y su séquito para felicitar a Trump y/o congraciarse con su conquista.

La fama de Milei aceita la percepción de esa relación. Las multiplicadas visitas del líder libertario al círculo rojo norteamericano y la repercusión internacional de sus dichos (incluso en foros del exterior como Davos o la ONU) y hechos (el brutal ajuste para ordenar las cuentas públicas y domar la inflación) convirtieron además a Milei en un personaje conocido, en especial en la dirigencia y electorado trumpistas.

Pero independientemente del ego presidencial, que nunca hay que desatender como variable para entender las decisiones de cualquier mandatario, Milei había levantado el pie del acelerador en su indisimulable preferencia pública por la candidatura de Trump. La proximidad electoral y el emparejamiento de la demócrata Kamala Harris obligaron al Presidente a ser más sutil. Algunos consejeros también hicieron su aporte al respecto.

Por eso Milei venía insistiendo en que su alineamiento en política exterior es con Israel y EE.UU., más allá de quién lo gobierne. Al menos ese fue el argumento con el que justificó el despido de la canciller Diana Mondino, y lo poco que quedaba de su equipo, tras el voto argentino contra el embargo a Cuba.

Que la sucesión de Mondino haya recaído en Gerardo Werthein, el empresario que hasta entonces comandaba la embajada en Washington, obedece a la misma lógica: empoderar el vínculo con la principal potencia occidental. De hecho, Werthein tiene tantos nexos con republicanos como demócratas.

Con prudencia, un aspecto a veces inusual en la gestión libertaria, el Gobierno decidió esperar al resultado electoral para definir quién sucederá a Werthein en la sede diplomática más importante para Milei. 

No en función de la vanidad presidencial, se insiste. Amén de los deseos y las expectativas libertarias, expertos en política y comercio internacional, como Marcelo Elizondo, señalan claroscuros sobre las supuestas ventajas que tiene para nuestro país el retorno de Trump a la Casa Blanca.

Por un lado se admite que hay identificaciones ideológicas y altísima escasez de aliados de Trump en Latinoamérica. Ambos factores podrían contribuir a que la nueva administración republicana presione en el FMI para ayudar más a Milei.

Por el otro, el proteccionismo trumpista y la posibilidad de que su política aumente el déficit fiscal norteamericano y la suba de tasas, afectaría más a países emergentes como la Argentina.

 

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