Colapso en hospitales por la clase media sin cobertura

El sistema público de salud bonaerense enfrenta un aumento inédito en la demanda: creció un 20% en lo que va del año. La crisis económica y el ajuste del Gobierno Nacional dejaron a miles sin obra social ni prepaga. Un modelo de exclusión que también enferma.

Actualidad08/07/2025
NOTA 2

Crisis sanitaria y abandono del Estado nacional

 

El colapso no llega con sirenas. A veces entra por la guardia de un hospital con un bebé en brazos, o espera su turno en una sala repleta de pacientes que antes, simplemente, no estaban ahí. El sistema de salud público de la provincia de Buenos Aires vive una sobrecarga silenciosa pero dramática: la demanda creció un 20% en lo que va del año, según informó el ministro de Salud, Nicolás Kreplak. Y el dato no es estadístico: tiene cara, nombre, barrio. Es el hijo de la farmacéutica que tuvo que dar de baja la prepaga. El abuelo que interrumpió sus estudios médicos por no poder pagar un copago. Es la clase media rota.

El ajuste del Gobierno Nacional no sólo secó las partidas y paralizó programas clave como Remediar. También está provocando un desplazamiento brutal hacia el sistema público. La gente se queda sin obra social o directamente no puede afrontar los nuevos costos del sistema privado. Y como la salud no espera, se vuelca al hospital. "La demanda en salud es inelástica. La gente se enferma igual. Si recortás, empeorás la salud de la población", advirtió Kreplak.

El Gobierno de Javier Milei no sólo se desentendió de los problemas estructurales del sistema, sino que empuja hacia el borde a quienes antes podían sostener una cobertura privada. Las prepagas aumentaron, los copagos se volvieron inaccesibles y las obras sociales, sin respaldo, comenzaron a deteriorarse. En ese escenario, los hospitales provinciales absorben la emergencia con el cuerpo entero.

Las guardias se llenan, los turnos se estiran, los insumos se vuelven un lujo. Faltan vacunas, preservativos, medicamentos esenciales como los de VIH, y resurgen enfermedades que creíamos superadas. A eso se suma el vaciamiento de programas nacionales que, como Remediar, distribuían medicación gratuita. Hoy, con suerte, llegan tarde o directamente no llegan. No es teoría: es la realidad en centros de salud que ya estaban exigidos y hoy también se hacen cargo de pacientes que el sistema privado dejó caer.

La provincia de Buenos Aires, con sus hospitales como columna vertebral, sostiene con esfuerzo y creatividad lo que el Estado nacional abandonó. Lo hacen los trabajadores y trabajadoras de la salud que están desde antes de la pandemia, desde siempre, enfrentando la desigualdad con guardapolvo y convicción. Pero también tienen límites: "Esto es una bomba que explota todos los días", explican desde los pasillos de los grandes hospitales.

La crisis también es moral: porque mientras la economía se achica y el Estado nacional se retira, la salud se convierte en un privilegio y no en un derecho. Las historias se acumulan: adultos que dejan de atenderse, niños sin controles pediátricos, personas con tratamientos crónicos que no pueden sostener. Cada historia es un retroceso, una pérdida, una deuda que se multiplica.

La clase media argentina, que durante décadas fue sinónimo de movilidad social y de acceso, hoy se vuelve sinónimo de caída. La salud es el primer mostrador de esa fractura. Donde antes había turnos con especialistas en clínicas privadas, hoy hay colas a las cinco de la mañana para un turno en el hospital. Donde antes se compraban medicamentos, hoy se los mendiga. Donde antes había prevención, hoy hay urgencia.

En este contexto, el sistema público no colapsó gracias a una red de contención que tiene nombre y apellido: provincia, trabajadores, gestión. Pero no es eterno. No se puede ajustar lo inajustable. No se puede recortar lo imprescindible. La salud no es una planilla de Excel. Es cuerpo, vida, humanidad.

Por eso, cada persona que encuentra en el hospital el único lugar donde atenderse no sólo interpela a la política, interpela a una sociedad entera. Porque cuando la salud se vuelve un privilegio, lo que está enferma es la nación entera.

 

 

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