A los gritos, el Bloque PRO se parte entre “Amarillos” y “Violetas”

La sesión que tumbó los vetos presidenciales en Diputados dejó una postal inesperada: Christian Ritondo increpando a Silvia Lospennato. La tensión expuso dos PRO: el que juega adentro con Milei y el que, con el guiño de Macri, busca rearmar la identidad perdida.

Política17/09/2025
NOTA

Caída de vetos, Interna caliente con gritos y reproches

 

La Cámara de Diputados rechazó los vetos de Javier Milei a las leyes de financiamiento universitario y de emergencia pediátrica para el Garrahan. Fue un golpe político durísimo para el oficialismo, pero también una radiografía quirúrgica de las fracturas dentro de sus aliados. Y el PRO quedó al desnudo: dividido, tensionado y con un bloque que ya no responde en bloque.

 

Christian Ritondo, jefe de la bancada, explotó cuando Silvia Lospennato decidió votar contra los vetos. La discusión fue a viva voz, con gestos captados por cámaras y testigos que se viralizaron en minutos. Alejandro Finocchiaro, sentado entre ambos, prefirió mirar al frente y soltar un discurso que buscaba disciplina interna, pero que terminó de marcar la grieta.

 

Finocchiaro había arrancado con una metáfora británica: “El Parlamento argentino no está confeccionado como el Parlamento inglés. Si lo estuviera, algunos colegas podrían cruzar a las gradas de enfrente donde habita la alegre banda populista que quiere tumbar a este gobierno”. La alusión era clara: Lospennato y, en menor medida, María Eugenia Vidal, que optó por abstenerse.

 

El PRO, entre violetas y amarillos

 

Lo que en el recinto fue un cruce áspero, en la política de fondo es algo más grave: el PRO ya no es un bloque homogéneo. Están los que se pintaron de violeta, alineados con Milei en cada votación y bancando los costos de un gobierno que se desangra en derrotas parlamentarias. Y están los que mantienen la camiseta amarilla, que ven en esta crisis la oportunidad de diferenciarse y de recuperar identidad.

 

Ritondo, con gesto adusto, hizo lo que pedía la Casa Rosada: marcar a los díscolos. Pero el enojo de Lospennato no fue menor. Su voto contra el veto al Garrahan y a las universidades se apoyó en una línea argumental imposible de refutar afuera: “No me pidan elegir entre lo malo y lo peor”. Vidal, con su abstención, reforzó la incomodidad: sin acompañar al gobierno, pero tampoco sumándose a la ola opositora.

 

El choque no es solo discursivo: es estratégico. Mientras Ritondo y Finocchiaro se encolumnan detrás del pacto PRO-Libertarios, el ala que integran Lospennato y Vidal juega al borde de la frontera, midiendo el desgaste libertario y calculando el momento para marcar diferencias más profundas.

Macri, el calabrés que espera su momento

 

El trasfondo tiene nombre y apellido: Mauricio Macri. El expresidente nunca terminó de entregarle el partido a Milei. Toleró la alianza, dejó correr a los que se pintaron de violeta, pero mantuvo el guiño con los que se quedaron en amarillo. 

 

La jugada es clara: si el gobierno se sigue desmoronando, el PRO necesita un núcleo que no haya hipotecado todo su capital político en una aventura ajena.

 

Por eso la pelea en el recinto no es anecdótica. Es un síntoma. Lospennato, con un discurso incómodo para el bloque, se paró como referencia del PRO “original”, el que todavía habla de institucionalidad y derechos básicos. Vidal, aunque más cautelosa, se ubicó en el mismo campo.

 

El enojo de Ritondo tiene sentido: cada voto que se fuga, cada abstención que debilita la línea dura, deja más expuesta a la bancada y la obliga a pagar costos políticos de un gobierno que no es el suyo. Pero el gesto de Macri, siempre calculador, es evidente: dejar correr el conflicto para recuperar, cuando llegue el momento, las riendas del partido que fundó.

 

La derrota parlamentaria de Milei fue también la derrota de sus aliados más fieles. Y en ese escenario, el PRO quedó fracturado entre quienes insisten en sostener a un gobierno tambaleante y quienes, con el guiño del calabrés, ya piensan en reconstruir el partido desde las ruinas.

 

Lo que se vio en Diputados no fue solo un cruce de gritos: fue la confirmación de que el PRO juega adentro y afuera al mismo tiempo. Y en esa doble vida, algunos se queman rápido, mientras otros se guardan para el regreso.

 

 

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