Otra derrota: cayó el veto de Milei al Garrahan y Universidades

Con una mayoría aplastante, la Cámara Alta volteó los vetos presidenciales y obligó al Ejecutivo a promulgar dos leyes clave: la emergencia pediátrica y el presupuesto universitario. El Gobierno suma así su tercera derrota legislativa en un mes y exhibe un problema estructural: no consigue los consensos mínimos para sostenerse.

Actualidad02/10/2025
NOTA

No genera diálogo para sostenerse

 

 

La rosca parlamentaria no se compra en el mercado, se teje. Y Javier Milei acaba de comprobarlo otra vez. El Senado rechazó con mayoría calificada los vetos presidenciales a la ley de emergencia para el Hospital Garrahan y al financiamiento universitario. 

 

Dos leyes que el Ejecutivo había dinamitado en nombre del “déficit cero” y que ahora vuelven a la vida por decisión del Congreso. No es un detalle: es la tercera vez en menos de un mes que el Parlamento desanda la lapicera del Presidente.

 

En el oficialismo intentaron disimularlo como un episodio más en el tironeo de poderes. Pero la votación fue categórica: 59 a 7 en pediatría y 58 a 7 en universidades. Traducido: no hay relato que cubra semejante diferencia. La oposición logró los dos tercios necesarios con el aporte de radicales, peronistas, bloques provinciales e incluso sectores del PRO. Victoria Villarruel, que presidió la sesión, observó desde el estrado cómo el tablero marcaba la derrota.

 

Milei había hecho de los vetos un símbolo de autoridad. Convertir al Congreso en una escribanía, aunque fuese a los gritos, era parte de la puesta en escena del poder libertario. El Senado lo desmintió en vivo: la política todavía existe y puede ponerle freno al Presidente.

 

Garrahan y universidades

 

Los proyectos que el Gobierno intentó sepultar no son tecnicismos contables. Hablan de pediatría, de salud, de salarios de residentes, de universidades nacionales y de financiamiento de la educación pública. Son banderas con anclaje social y cultural. 

 

Nadie quiere aparecer votando en contra del Garrahan. Ningún radical, ningún PRO de provincia se puede dar el lujo de mirar a sus universidades públicas a la cara y explicar que el ajuste se come sus salarios y sus becas.

 

En el recinto se escucharon frases que condensan el choque de lógicas. Martín Lousteau fue quirúrgico: “En tres días el Gobierno se gastó doce años del presupuesto del Garrahan”. Guillermo Andrada, de Unión por la Patria, sintetizó la resistencia: “A más vetos, más votos”. Y hasta el chaqueño Víctor Zimmermann, alineado con un gobernador aliado de LLA, se plantó en defensa del financiamiento universitario.

 

La emergencia pediátrica obliga a recomponer salarios y garantizar funcionamiento de hospitales infantiles. 

 

El financiamiento universitario impone actualización bimestral según inflación, regulariza partidas para docentes y no docentes y blinda fondos para infraestructura y carreras estratégicas. Dos leyes con costos fiscales concretos que el Presidente vetó por “incompatibles con el déficit cero”. El Congreso lo corrigió con votos.

 

Un gobierno sin músculo parlamentario

 

El golpe político es profundo porque confirma una dinámica: Milei no tiene cómo imponer su agenda en el Parlamento. Ni siquiera con Villarruel en la presidencia del Senado logró disciplinar votos. En menos de un mes ya son tres las leyes que el Congreso insiste contra vetos presidenciales: discapacidad, pediatría y universidades. 

 

Cada derrota erosiona la autoridad del Ejecutivo y refuerza la idea de un Gobierno aislado, encerrado en su relato de ajuste mientras la política se organiza por afuera.

 

Los libertarios reaccionaron con acusaciones de “cajas políticas” y denuncias de kirchnerismo encubierto. Pero los números no mienten: hasta los senadores del PRO se abstuvieron o votaron en contra. 

 

El oficialismo quedó reducido a sus seis bancas y algunos aliados sueltos como Francisco Paoltroni o Carmen Álvarez Rivero, que acompañaron los rechazos. Demasiado poco frente a una oposición que no solo sumó voluntades, sino que mostró cohesión.

 

La Casa Rosada, que hace dos semanas había intentado recomponer el diálogo con gobernadores, terminó encajando otra derrota parlamentaria que desnuda su debilidad estructural: no hay consensos mínimos para sostener la gestión. 

 

Y sin consensos, el veto presidencial se convierte en un gesto vacío.El Senado dejó claro que el déficit cero no alcanza como argumento cuando lo que está en juego son hospitales y universidades. Milei apostó al veto como gesto de autoridad, pero la política lo leyó como un exceso y lo corrigió con contundencia. 

 

En el mapa del poder, cada voto que se acumula contra el Presidente es una señal: el Congreso puede, la calle acompaña y el Ejecutivo se queda cada vez más solo.

 

La narrativa libertaria insiste en que “no hay plata”. El Senado contestó con otra frase: “A más vetos, más votos”. Y en esa traducción se juega la gobernabilidad. Porque no es solo un doble revés legislativo: es la constatación de que el oficialismo carece de la herramienta más básica para sobrevivir en democracia. 

 

El consenso. Y sin consensos, la motosierra se convierte en serrucho.

 

Con 59 a 7 y 58 a 7, el Senado insistió en las leyes del Garrahan y de financiamiento universitario y desarmó los vetos de Milei.

En un mes, el Congreso revirtió tres vetos presidenciales: discapacidad, pediatría y universidades. Un patrón de derrota legislativa que desgasta al oficialismo.

Universidades y Garrahan son valores argentinos que nadie quiere tocar.

 

 

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