Contreras: preso, expulsado de los Libertarios y no será concejal

Hasta hace una semana, Ignacio “Nacho” Contreras era el vecino ejemplar de San Vicente. Propietario de la cadena Lácteos Mi Viejo, padre de familia, fan del “trabajo genuino” y cabeza de lista de La Libertad Avanza en las elecciones del 7 de septiembre. Se presentaba como un hijo del esfuerzo, el empresario que “levantó su pyme con las manos y sin ayuda del Estado”. En los actos repetía como mantra que “los impuestos matan al que produce” y que “el esfuerzo no se legisla”.

En redes, se mostraba sonriente, con remeras que decían “Vivir de tu trabajo no es privilegio, es derecho”. Y en los barrios del distrito lo describían como “el tipo que generaba laburo”.

Todo eso se vino abajo en una noche. El domingo pasado, tras una discusión con su pareja —una muchacha de 24 años—, el candidato tomó una pistola 9 mm y disparó dos veces a través de la puerta del baño donde la mujer se había refugiado. Una bala dio en la bañera; la otra, en la pared. No hubo heridos por milagro.

La víctima logró escapar y denunciarlo. La policía rural llegó rápido: encontró el arma, las vainas y a Contreras desbordado. Lo esposaron ahí mismo. Desde entonces, el libertario duerme en una celda de la Comisaría Primera de San Vicente, esperando que la fiscal Karina Guyot, de la UFI descentralizada local, determine su traslado a penal e incluso la causa que por el momento es “Amenazas agravadas” pase a “homicidio agravado en grado de tentativa” con una expectativa de prisión altísima: de 15 a 20 años de condena, con una expectativa real de entre 10 y 13 años efectivos antes de pedir libertad condicional. 

El silencio que delata

El caso explotó el lunes y dejó en shock al espacio violeta. Durante 48 horas nadie dijo una palabra. Ni dirigentes provinciales ni nacionales salieron a hablar. En los grupos partidarios, el clima era de silencio disciplinado. El mismo espacio que suele despacharse contra el feminismo, esta vez optó por el mutismo.

Pero el silencio duró poco. El martes por la noche, la mesa local de La Libertad Avanza San Vicente publicó un comunicado confirmando la expulsión inmediata de Contreras y anunciando que presentarán un pedido formal ante el Concejo Deliberante para que no asuma su banca. “Las acciones difundidas no se condicen con las conductas que debe tener un representante de nuestro espacio”, dice el texto.

Traducido: lo borraron. Política de supervivencia pura. En campaña se vende épica; en crisis, se corta por lo sano.

Así, Contreras pasó de ser el “emprendedor libertario que hacía patria desde el tambo” a convertirse en el primer caso de un dirigente de Milei detenido por violencia de género. Del mérito al plomo, en tiempo récord.

De discurso de orden a acto desbocado

Lo más brutal no es solo el hecho policial, sino la ironía política: el hombre que predicaba el orden terminó preso por descontrol. Durante meses, Contreras había sido el rostro amable del mileísmo en San Vicente. Le hablaba al votante desencantado con la política tradicional, al comerciante cansado de los impuestos, al productor que siente que nadie lo escucha. En los programas de radio locales se jactaba de “no depender de la teta del Estado” y de haber “levantado su empresa a fuerza de sacrificio y huevos”.

Pero en los videos que circularon —grabados por la propia víctima— se lo ve desfigurado, fuera de sí, rompiendo todo a los gritos. Una escena que destruye de un saque su relato de hombre racional y moderado.

Y ahí está la paradoja: el discurso libertario que defiende la libertad individual como dogma se estrella con su costado más oscuro, la violencia privada convertida en espectáculo. Lo que en los medios llaman “caso policial” es, en realidad, una tragedia política.

Realismo político sin anestesia

La Libertad Avanza entendió rápido que el costo simbólico era enorme. No solo por el hecho, sino por lo que representa: un espacio que hizo bandera del desprecio hacia las políticas de género y ahora tiene a un concejal electo acusado de tentativa de homicidio. En el entorno provincial lo admiten sin vueltas: “No hay relato posible frente a un tiro”. Por eso lo expulsaron sin derecho a réplica.

El reemplazo ya está definido: Cristian Fradin asumirá su lugar en diciembre y Mariano Javier Marocco ocupará el tercer puesto en la lista. Pero el daño ya está hecho. El caso Contreras dejó al mileísmo local con una herida abierta. Porque si su narrativa era “somos los honestos, los que trabajamos”, el escándalo derrumbó ese pedestal. En San Vicente, los votantes que lo apoyaron se sienten defraudados. “Nos vendió el verso de la libertad y terminó en cana”, se escucha en las panaderías del centro.

Y no es solo un golpe local. En términos nacionales, rompe el discurso de pureza moral que Milei intenta mantener mientras su tropa se multiplica sin control por el país. Contreras no era un outsider cualquiera: era parte del nuevo poder territorial libertario, un empresario con apellido, conocidos y respaldo económico.

Más allá de lo policial, el caso muestra una fractura ideológica profunda dentro del mileísmo. En un espacio que desestima las denuncias de mujeres, acusa a las víctimas de exagerar y llama “feminismo radical” a cualquier reclamo, la violencia deja de ser excepción y se vuelve síntoma.

En ese contexto, lo de Contreras no parece un hecho aislado: es el espejo de una cultura política que confunde libertad con impunidad. El libertario que decía “el Estado no te cuida” terminó siendo detenido por ese mismo Estado que ahora le pone límites. Ironía pura.

Hoy, Contreras sigue detenido, sin banca, sin empresa y sin relato. La fiscal espera pericias para definir si la causa pasa de “amenazas agravadas” a tentativa de homicidio, lo que podría significar varios años de cárcel. En el pueblo nadie lo defiende. Algunos vecinos aún no pueden creerlo; otros lo resumen con una frase seca: “De tanto hablar del mérito, terminó dándole mérito al gatillo.” La Libertad Avanza intenta despegarse, pero en San Vicente el daño está hecho. El empresario que predicaba la libertad con tono mesiánico terminó comprobando que la verdadera libertad empieza donde termina la violencia.

Y por más que intenten maquillar el escándalo con comunicados o frases grandilocuentes, hay cosas que ni el mejor relato puede salvar: cuando la política se desentiende de la vida real, la vida se encarga de escribir el final.