Cayeron viudas negras en el sur del conurbano

Era una trampa con perfume caro y promesas dulces. Una sonrisa en Tinder, un encuentro en un bar y luego la oscuridad del blackout inducido. Las llamaron "viudas negras", pero no por amor: cazaban por dinero. Esta semana, la Policía desbarató una parte de esa red delictiva que operaba desde varias localidades del sur del conurbano, especializada en seducir hombres, drogarlos con psicofármacos y vaciarles la vida en pocas horas.

La investigación comenzó hace meses, cuando un ingeniero porteño terminó desmayado en su departamento de Palermo tras una cita. Despertó con resaca química y sin 23 mil dólares, dos notebooks, su teléfono, objetos de lujo y hasta una botella de champagne importado. Detrás de esa noche fatal estaba Juliana, una joven que usaba el alias de "Agustina" y se vendía en las redes como una chica espontánea con gusto por el vino y la buena conversación.

El caso, lejos de ser aislado, destapó una organización criminal aceitada. El rompecabezas fue armado por la Policía de la Ciudad, con datos recolectados desde aplicaciones de transporte, cámaras de vigilancia, peritajes telefónicos y redes sociales. Con esa evidencia se allanaron domicilios en Llavallol, Lomas de Zamora y Remedios de Escalada. Cayeron dos integrantes clave de la banda: una mujer de 38 años y un hombre de 47, que estarían implicados en la logística, falsificación de recetas y comercialización de los bienes robados.

Durante los operativos se secuestraron ansiolíticos, historias clínicas apócrifas, dispositivos electrónicos y material digital con conversaciones, transferencias y hasta fotos de tarjetas bancarias de las víctimas. La clave fue el análisis del celular de Juliana, detenida en febrero pasado y procesada con prisión preventiva. Allí se detectó que no actuaba sola, sino bajo las órdenes de otra mujer: Abigail, una figura en las sombras que indicaba qué sedante usar, qué objetos robar y a quién enviar las fotos para vaciar las cuentas.

El mapa de los delitos conecta casos en Palermo, San Fernando, Montserrat y Lanús. En este último barrio murió Jorge Costa, un jubilado de 77 años que compartió una cena con una mujer uruguaya antes de ser encontrado inconsciente por su hijo. El análisis toxicológico reveló lo peor: había sido sedado y despojado de sus pertenencias. Ella fue detenida en Quilmes, con evidencia irrefutable en su poder.

En otro episodio fatal, un hombre de 38 años fue hallado sin vida en Montserrat, luego de una salida con dos mujeres a una peña folclórica. La noche terminó en tragedia. Su amigo sobrevivió con un cuadro de intoxicación severa. Las autopsias confirmaron intoxicación por psicotrópicos, una marca registrada en estos ataques planificados.

El fenómeno encendió alarmas incluso fuera del país. La Embajada de Estados Unidos en Argentina publicó una advertencia formal a sus ciudadanos por el auge de estas bandas. La alerta no fue al azar: muchas víctimas eran turistas con alto poder adquisitivo. La sofisticación del sistema, con falsos perfiles, sedantes, recetas truchas y coordinación en tiempo real, reveló que no se trataba de improvisadas oportunistas, sino de una maquinaria criminal a plena marcha.

A pesar de las detenciones, el cerebro de la operación, Abigail, sigue sin aparecer. Se sospecha que regenteaba al menos tres equipos operativos, y que contaba con colaboradores en farmacias y plataformas digitales. El tiempo corre y la lista de damnificados crece. Las "viudas negras" no usan velos, pero siempre dejan una estela de silencio, vergüenza y muerte.

La justicia sigue tras sus pasos. La noche ya no es un juego de seducción: es una trampa letal donde el deseo puede costar la vida. En el conurbano sur, el crimen se sirve con sonrisas y gotas invisibles. Y todavía falta la pieza más oscura del rompecabezas.