Nuevo detenido por el crimen de un hombre en Domínico

El olor fue la primera pista. En Villa Domínico, un vecino que no veía a Miguel Oscar Di Gioia desde hacía días decidió asomarse por la parte trasera de su casa, en Centenario Uruguayo al 1300. Lo que encontró no se olvida: el cuerpo desnudo y maniatado del hombre de 62 años, tendido junto a la cama en pleno dormitorio. Era 7 de marzo, y con ese hallazgo el barrio se quedó mudo.

Los peritos confirmaron lo que la escena gritaba: había lesiones y señales de violencia. La puerta trasera estaba sin llave, detalle que reforzó la hipótesis de un ingreso pactado o al menos no forzado. En otras palabras: Miguel conocía a quienes entraron a su casa.

Las cámaras de la zona terminaron de armar el rompecabezas. Dos mujeres llegaron primero al domicilio; más tarde se sumaron dos hombres. Todos salieron cargando objetos de valor en el Ford Fiesta del propio Di Gioia. El auto apareció a la vuelta de la manzana, abandonado. La banda se fugó en un VW Polo con patente trucha. Un movimiento limpio, casi ensayado.

La historia encajaba en un patrón conocido por investigadores y fiscales: las llamadas “viudas negras”. Mujeres que seducen o generan confianza para abrir la puerta, mientras sus cómplices terminan desvalijando y, a veces, asesinando. Esta vez, el plan incluyó un paso extra: manipular las cuentas bancarias de la víctima. Un celular robado a Di Gioia se activó en Flores días antes del hallazgo. Poco después, más de cinco millones de pesos fueron transferidos a una cuenta y luego vaciados a través de billeteras virtuales.

Son tres los detenidos por el asesinato

El derrotero judicial sumó detenidos en distintas etapas. En agosto, la policía atrapó a una mujer de 51 años en Budge y a otra de 21 en Flores, donde también secuestraron un celular vinculado a la causa. Y cayó el tercero: un joven de 25 años capturado en Mataderos, en un operativo de la DDI Avellaneda junto a la Policía de la Ciudad. Hoy, todos están tras las rejas bajo la figura de “homicidio en ocasión de robo en modalidad viudas negras”, a cargo del fiscal Mariano Zitto.

El caso dejó al descubierto algo más que una trama policial. En Avellaneda, como en tantos barrios del conurbano, la violencia delictiva convive con la vida cotidiana: jubilados que viven solos, jóvenes que ven en la trampa un atajo, redes criminales que saben moverse entre grietas sociales y financieras. Las “viudas negras” son parte de esa postal oscura donde la seducción se mezcla con la violencia, y donde la víctima queda atrapada en su propia confianza.

Di Gioia no fue un anónimo: era vecino, conocido por quienes pasaban a diario frente a su casa. Su final expone no solo la brutalidad del delito, sino también la fragilidad de tantos adultos mayores que viven solos en el conurbano, sin redes de cuidado más allá de la vecindad.

El expediente judicial avanza, con pruebas duras: cámaras, movimientos bancarios, celulares y ahora tres detenidos. Pero la reflexión que queda es más amplia. La justicia puede encerrar a los culpables, sí. Lo que no puede tapar es la evidencia de que hay un engranaje delictivo que se alimenta de la soledad y la vulnerabilidad, y que sigue acechando en las calles.

El crimen de Villa Domínico es recordatorio incómodo de que en el sur del conurbano la violencia no siempre golpea con un arma en la esquina: a veces se cuela por la puerta de atrás, disfrazada de confianza.