
A pesar de que nuestro satélite natural no tiene luz propia, brilla en la noche a causa de reflejar la luz del Sol, tal como ya decía Anaxágoras, filósofo y naturista presocrático hacia el 500 a.C., “El Sol presta su brillo a la Luna”.
La Casa Museo nace de la iniciativa de Horacio Eusebi, hijo de “Pocho”, el último habitante que ejerció el oficio de carpintero en este emblemático lugar. Junto a un grupo de vecinos, Eusebi decidió dar vida a este proyecto con el objetivo de contar las historias ocultas de un barrio que supo ser un bullicioso centro de la actividad portuaria.
Cultura 07/03/2025Por Agustín Ochoa Ortega.
En un rincón del Riachuelo, donde la historia y la cultura se entrelazan en un abrazo nostálgico, se encuentra la Casa Museo del Carpintero de Ribera. Este antiguo conventillo y taller familiar es un precioso testimonio de los años dorados de la Isla Maciel, un espacio que recupera y pone en relieve la rica historia e identidad cultural y social de una comunidad que, a pesar del paso del tiempo, mantiene viva su esencia portuaria.
La Casa Museo nace de la iniciativa de Horacio Eusebi, hijo de “Pocho”, el último habitante que ejerció el oficio de carpintero en este emblemático lugar. Junto a un grupo de vecinos, Eusebi decidió dar vida a este proyecto con el objetivo de contar las historias ocultas de un barrio que supo ser un bullicioso centro de la actividad portuaria. A través de las herramientas que utilizó su padre, los visitantes pueden conectar no solo con la tradición artesanal de la carpintería ribereña, sino también con la vida cotidiana de aquellos que poblaron estas calles.
La Casa Museo del Carpintero de Ribera surge no sólo de la voluntad de recordar, sino también de la necesidad de reivindicar un legado que ha pasado desapercibido con el tiempo. "Era un poco triste ver las herramientas y fotos guardadas. Así que un día me dije esto se merece mostrado para reivindicar toda esa parte de la ribera que viví y vi el final de lo que fue esa ribera pujante y llena de astilleros", reflexionó Horacio Eusebi con emoción.
El ambiente se completa con la melodía atemporal de Carlos Gardel, que resuena desde una antigua vitrola y transporta a los visitantes a épocas pasadas, donde el tango y la historia se entrelazaban en cada esquina del barrio. Esta experiencia multisensorial permite a los turistas no solo mirar, sino también sentir la cultura y la historia de la Isla Maciel, un testimonio de la resiliencia y el orgullo de sus habitantes.
"Homenajeamos a Gardel -mi viejo era muy gardeliano- y tenemos un busto del cantautor en nuestro patio. Ese busto estaba en la Casa de la Cultura y un día le dicen a mi papá que lo iban a tirar, así que un día fue a buscarlo y se lo trajo”, compartió el director de la Casa Museo del Carpintero de la Ribera, reflejando, de esta manera, el profundo sentido de pertenencia a su historia.
El Grupo de Medios Mediatres conversó en exclusiva con el director de la Casa Museo del Carpintero de Ribera, Horacio Eusebi:
¿Cuándo tomaste la decisión de exponer todas las herramientas y fotos de tu papá?
H.E: Fui guardando y juntando vídeos durante todos estos años. No tenía la idea bien clara. No obstante, si tenía la idea del tema de las radios, tenía pensado en hacer una gran muestra de radios, pero mi viejo estaba trabajando. Cada vez que venían para ver las radios, se ponían a ver los botes y todo lo que estaba haciendo mi viejo. Pero cuando mi papá empezó a declinar por su edad, empecé a hablar de él porque veía que se había convertido en un personaje y mito. En un momento dado me dije: él ya no va a estar y esto se va a perder; así que lo tengo que mostrar. Entonces, dejé de lado el tema de las radios para darle lugar a la historia de él, debido a que lo mío puede esperar. Ahí me di cuenta en mis visitas a la ribera que la historia de mi viejo está atada a todo lo que tiene que ver con los italianos, la inmigración, la ribera, a la Isla Maciel y a La Boca. Sobre la marcha fui juntando algunos objetos, como por ejemplo, la chapa del conventillo y contar de qué se trata hasta el último clavo del lugar. O sea, se agrandó el panorama más allá de la imagen del personaje del carpintero insertado en la ribera con toda la historia de trabajo industrial de aquellos años. La historia de Buenos Aires comenzó en la ribera de La Boca e Isla Maciel. Con esta propuesta, me doy cuenta de que no todos saben la historia del Riachuelo y la ribera.
La Casa Museo del Carpintero de Ribera funciona en lo que antiguamente era un conventillo.
H.E: Es mi casa originaria. Es la casa de Pocho. Es un conventillo de madera de pinotea con un patio, varias casas y un sólo baño. La gente entra y ve esa sola, pero en el fondo hay dos más porque esa casa tenía muchos inquilinos. Lo llegué a ver y a organizar hasta los años '90, después ya no se podía vivir ahí porque el baño está abajo y las viviendas arriba, entonces era todo mucho más dificultoso. Así que quedó detenido en el tiempo lo que fue un conventillo y ahora transformado en una casa museo. Es mi casa porque es una vivienda también, pero la idea es que se transforme definitivamente en un museo.
Al ingresar a la Casa Museo a nuestra derecha podemos visualizar una emblemática canoa que fue parte de varias películas nacionales e internacionales.
H.E: Es una canoa construida por mi padre. Hizo varias, pero esa quedó porque en su momento él las hacía y las vendía, hasta que llegó un momento en que empecé a tener consciencia y decidí frenar la venta de las canoas y no me equivoqué. Esa canoa participó en "Luna de Avellaneda", "Familia para armar"; cuyo actor principal era el hijo de Norma Aleandro y ahí navega al principio, en el medio y en el final de la película; en una producción italo-argentina a cargo de la productora de Gastón Pauls que hizo una novela titulada "Terra Ribelle".
A través de un programa creado por el Ministerio de Turismo recibieron fondos para construir un salón para el museo: ¿Qué sucedió con esa ayuda?
H.E: El Ministerio de Turismo de la Nación tenía un programa que se llamaba Intour 4. Nos dieron la posibilidad de presentar un proyecto porque te ayudaban con el 80 por ciento para comprar los elementos que te hacían falta. Pude comprar algunas cosas poniendo el restante 20 por ciento. Recién ahora estamos arrancando con la construcción de una sala, empezamos a hacer los baños. Estoy usando lo que pude comprar a pesar de que me quedé corto. Tengo que ver de qué manera generó otro pedido porque del proyecto original hicimos una modificación. Vamos a hacer un entrepiso, que no lo tenía planeado porque quería levantar el techo del taller solamente, y eso nos va a dar la posibilidad de tener más cosas en exposición. Todo eso lo estamos encarando de manera firme ahora. Lamentablemente, toda esa gente del Ministerio fueron despedidas por el actual gobierno nacional, ellos venían, se preocupaban, caminaban el barrio y trataban de qué se genere otra cosa como la mía, hasta que un día vinieron para despedirse porque habían sido cesanteados. Pero estamos en eso con el anhelo de poder terminarlo.
¿Quién era un carpintero de ribera?
H.E: Era tener la visión de hacer una reparación de la mejor manera posible y artesanal. Tener las herramientas para reparar un gran barco o un pequeño bote con la misión de que vuelva a la vida. El carpintero de ribera es que el vuelve a la vida a un bote en mal estado o de un constructor de un nuevo bote o barco. Por ahí sacaban un bote en la tierra que estaba muy destruido y ellos se encargaban de ponerlo de vuelta. El bote era un medio de transporte que sirvió para cruzar el río, funcionaba como una especie de taxi marítimo. También tenían su función social porque los botes eran importantes para el cruce hacía La Boca. O sea, eran un medio de comunicación entre las dos orillas.
¿Cómo era el día de trabajo de tu papá?
H.E: "Pocho" arrancaba muy temprano. Tipo 6 de la mañana ya estaba arriba, tomaba mates, armaba fuego en un brasero que tenía en el patio, arrancaba con una pava completamente negra por el fuego. Tenía esa cosa de medio gaucho. A Pocho le gustaba mucho la tradición, del gaucho pérdido en la tapera o en el campo. Arrancaba con ese mate y después se ponía a hacer las cosas según lo que tenía para hacer. Si tenía que hacer la reparación de un bote, escuchabas la sierra, los martillazos. Él anotaba las horas en un cuaderno para tener un control de las horas trabajadas y a partir de eso él cobraba el laburo. Tomaba mates hasta la hora del almuerzo, luego seguía laburando y cuando bajaba el sol, él ya no laburaba, guardaba las herramientas, no quedaba nada tirado, todo iba a parar a donde estaban. Y, los domingos no trabajaba.
¿Cuáles son los momentos con tu papá que recuerdas con cariño?
H.E: Por ejemplo, el perfume de las maderas. Mi papá tenía la costumbre de agarrar la madera y al olerla la analizaba diciendo esto es pinotea o cedro. Le venía con algo y le preguntaban qué era, él la olía y decía que era tal cosa. Me generó ternura del tipo sabiendo maderas con eso. Me acuerdo de cuando era muy chico de que solía enderezar los clavos. Tenía mis propios juguetes, pero me gustaba estar más en el taller haciendo ese tipo de cosas o usando el serrucho o viendo cómo laburaba él. También, íbamos al muelle a remontar barriletes. O el afilado de las herramientas que era todo muy artesanal, como por ejemplo, cuando afilaba las sierras y lo hacía diente por diente con una lima, a cada diente le daba un ángulo, lo abría. O cómo hacía los nudos, él tenía una sabiduría de atar y después se desataba fácil. Pero eso tenía que ver con la cosa del marinero, de andar en los barcos y atar velas, cosas.
¿Y de aquella Isla Maciel pujante, portuaria e industrial?
H.E: Tengo muchos recuerdos. Un día paró un barco brasilero en la esquina de mi casa y fue la primera vez que vi una especie de batucada, comparsa, que hasta ese momento para nosotros eran carrozas con algún vecino disfrazado. Imagínate que te venga una pequeña cola do samba por la esquina de tu casa con brasileros reales. Habrá sido en el año '70 y fue una cosa de locos. Después los bares llenos de gente porque no solamente estaba el trabajo, sino que también el ocio, el tomar un café, una ginebra. Me acuerdo de la gente con el overol puesto por todos lados. De los frigoríficos que tenían la misma importancia que los astilleros. Todo eso para mí era normal y jamás pensé que iba a desaparecer, después de grande me di cuenta porque mi viejo se ponía a putear contra las cosas que pasaban. Tengo el buen recuerdo de los marineros, trabajadores dando vueltas, de los ruidos, de los mazazos, de temprano escuchaba los golpes en las chapas, de las grúas y de los areneros que también estaban en la ribera. Por esa razón, fue muy emocionante escuchar el transbordador durante los seis meses que anduvo firme y ahí también tuvimos una gran afluencia de turistas. Escuchar el ruido de la polea del transbordador moviéndose. Mi vieja, que vivía en frente del mismo, me contaba que escuchaba ese característico ruido. Otro momento que recuerdo con mucha nostalgia es que cuando eran las doce de la noche para fin de año, los barcos hacían sonar sus silbatos todos al mismo tiempo y era una cosa tremenda. Ahora tienes la triste escena de que no hay ninguno sonando y es muy difícil afrontar ese vació.
La Casa Museo del Carpintero de Ribera se erige como un faro de memoria y legado, una invitación a explorar las historias que han forjado la identidad de la Isla Maciel. Más allá de ser un simple destino turístico, este espacio es un homenaje a todos aquellos que trabajaron con sus manos, a quienes labraron cada rincón de un barrio que continúa latiendo a través de sus historias. Visitarla es, sin duda, un acto de reconstrucción cultural y una oportunidad para seguir aprendiendo sobre un pasado que se niega a ser olvidado.
La Casa Museo del Carpintero de Ribera- Las Heras 140, Isla Maciel- se puede visitar los sábados de 10:30 a 15. Lo pueden hacer desde La Boca cruzando el puente vehicular mediante un recorrido organizado por ACUMAR o desde el Parque del Fútbol en Avellaneda dentro del circuito turístico realizado en bus por el Área de Turismo del Municipio de Avellaneda.
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