Yuk Hui y la IA como identidad cultural

El filósofo hongkonés propone un giro radical en la forma de pensar la tecnología: cuestionar el dominio cultural de Silicon Valley y apostar por una “tecnodiversidad” que respete las cosmovisiones de cada civilización.

Cultura 09/07/2025
NOTA

La Inteligencia Artificial no es neutra. No hay tecnología universal. Y pensar lo contrario —como si todo pudiera reducirse al progreso técnico occidental— es, según Yuk Hui, una ingenuidad con raíces coloniales. Este filósofo nacido en Hong Kong, formado como ingeniero y doctorado en filosofía, es hoy una de las voces más disruptivas del pensamiento tecnológico. Desde sus ensayos como Arte y Cosmotécnica o Recursividad y Contingencia, Hui propone un nuevo paradigma: pensar la técnica desde las culturas, no por encima de ellas.

En un contexto donde la mayoría de los discursos sobre inteligencia artificial se articulan entre el miedo apocalíptico y la promesa de salvación, Hui se planta con otra mirada. No hay una sola humanidad, dice, sino muchas. Por lo tanto, tampoco debería haber una única forma de pensar o desarrollar tecnologías. Frente al modelo hegemónico que impone Silicon Valley —a menudo tóxico, extractivo y homogenizante— Hui plantea la necesidad urgente de construir una “tecnodiversidad”.

Este concepto, lejos de un romanticismo neorural, invita a repensar desde las bases culturales de cada civilización cómo se vinculan los pueblos con la tecnología, con la naturaleza y con el saber. La propuesta es radical: romper con la idea de que hay una dirección obligada, un único destino tecnocientífico global, y en cambio, abrir un horizonte donde otras cosmotécnicas puedan florecer.

En esa línea, Hui rescata el pensamiento de figuras como el antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro, quien formuló el concepto de “multinaturalismo”, es decir, la coexistencia de múltiples maneras de entender lo que es “naturaleza”. Si hay muchas naturalezas, ¿por qué aceptar una sola tecnología? ¿Por qué seguir organizando nuestras vidas —y nuestras inteligencias artificiales— bajo una lógica que responde a las necesidades de una élite económica del hemisferio norte?

Según Hui, la IA no es una amenaza en sí misma, sino un reflejo de cómo elegimos construirla. La verdadera distopía no es una rebelión de robots al estilo ciencia ficción, sino un mundo en el que todas las decisiones humanas —desde la salud hasta el trabajo— son absorbidas por sistemas algorítmicos diseñados para la acumulación de capital. “Estamos atrapados en una profecía industrial que se autoconfirma”, advierte.

El filósofo no propone retroceder ni rechazar el avance tecnológico, sino reconectarlo con los sentidos humanos. Frente al determinismo digital, sugiere desarrollar tecnologías que no estén al servicio de la vigilancia o la adicción, sino del florecimiento común —humano y no humano—. En esa visión, la IA puede existir, pero no tiene por qué adoptar la forma que hoy conocemos. Puede surgir una inteligencia artificial desde África, desde América Latina, desde Asia, con valores, lógicas y objetivos distintos.

La cosmotécnica, entonces, es un intento de articular saberes, técnicas y formas de vida. No se trata de folklore ni de nostalgia, sino de autonomía cultural frente a un sistema que reduce toda innovación a su utilidad de mercado.

“Debemos pensar qué tipo de tecnología necesitamos para florecer”, repite Hui. No para dominar ni ser dominados. Sino para habitar un mundo con más diversidad, más pensamiento, más futuro.

Porque si la tecnología es, como sostiene, una extensión de nuestros órganos, entonces su diseño no puede estar desligado de nuestras historias, nuestros sueños y nuestras heridas. En esa pregunta, y no en el miedo a las máquinas, reside el verdadero desafío del siglo.

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