Un juez avaló que Milei ataque a un nene autista en redes

El juez federal Alberto Recondo rechazó el amparo de la familia de Ian Moche, de 12 años, y obligó a su madre a pagar las costas del juicio. La libertad de expresión del Presidente quedó por encima de los derechos de un niño.

Actualidad18/08/2025
NOTA

Justicia y Presidente: cuando la vara se mide al revés

 

La política argentina tiene estas paradojas: un Presidente con Twitter compulsivo puede disparar contra quien sea —incluso un chico de 12 años— y la Justicia lo ampara. Así quedó escrito en las 32 carillas del fallo del juez federal Alberto Recondo, que dijo que Javier Milei hablaba como “ciudadano” y no como Jefe de Estado cuando retuiteó un posteo que ensuciaba la imagen de Ian Moche, un adolescente con autismo que milita por los derechos de las personas con discapacidad.

 

En criollo: el presidente de la Nación no es el presidente cuando abre X y toca el botón de repostear. Según el juez, ese tilde gris que lo identifica no lo vuelve “institucional”. Ergo, Milei puede “opinar libremente”, aunque del otro lado el impacto lo reciba un pibe de 12 años que jamás pidió estar en la línea de fuego digital del poder.

 

El caso explotó cuando Ian, que desde hace años lleva adelante campañas de concientización sobre el autismo, contó públicamente una frase de un funcionario que había descalificado a su familia. A partir de ahí, el gobierno entró en modo ataque, y Milei lo sumó a su guerra contra periodistas críticos, como si un chico fuera parte del mismo ring. Para la Justicia, no fue un agravio, ni discriminación, ni un ataque a la honra: apenas “una opinión crítica” sobre un periodista. El chico, según esa lectura, ni figuraba.

 

La paradoja se afila más: la familia de Ian no solo perdió el amparo, sino que además deberá pagar las costas del juicio. En otras palabras, el mensaje judicial es que si un niño se atreve a reclamar por sus derechos y el Presidente lo pisa en el barro de Twitter, el costo también corre de su lado. 

 

El derecho superior del niño, un principio rector en el derecho internacional, quedó en la banquina frente al derecho de un adulto poderoso a expresarse sin límites.

 

El trasfondo es más político de lo que parece. El fallo no habla de Milei como figura institucional, sino como usuario de red social con tiempo libre. Lo que en la práctica significa que la Justicia compró la idea de que un presidente puede desdoblarse: ser jefe de Estado en Casa Rosada y tuitero en guerra cultural en simultáneo. Pero no se puede ser medio presidente: quien lleva la banda, la lleva las 24 horas. No existe botón de “modo ciudadano” para apagar la investidura cuando se trata de ejercer poder.

 

Mientras tanto, Ian sigue haciendo lo que debería hacer cualquier gobierno: poner en agenda la discapacidad, el autismo, la dignidad de las personas. Y lo hace con 12 años, desde un celular, con menos recursos que la cuenta oficial de la Casa Rosada pero con mucha más empatía. Esa es la verdadera molestia: que un pibe, sin estructura ni presupuesto, pueda exponer lo que otros prefieren esconder.

 

En Argentina la libertad de expresión tiene jerarquías: primero la del Presidente, después —muy después— la de un niño con discapacidad. El fallo lo deja claro: Milei puede tuitear lo que quiera, aunque del otro lado haya un chico al que lo único que le importa es hablar de autismo. Cosas de la Justicia criolla: en el ring desigual, los guantes se los ponen siempre al más débil.

 

 

 

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