Werthein se fue antes de las elecciones y creó caos

El canciller presentó su renuncia cuatro días antes de las legislativas. No esperó el anuncio del recambio de gabinete que Milei planeaba para después del domingo. En la trastienda: diplomacia paralela de Santiago Caputo, destratos internos y la decisión de un empresario con agenda propia de no “fumarse boludeces”.

Actualidad22/10/2025
NOTA

Más problemas para el Gobierno

 

El Gobierno imaginaba un lunes ordenado: resultados sobre la mesa y, acto seguido, anuncios de gabinete para mostrar mando. Gerardo Werthein se corrió del libreto. 

 

Renunció antes. La sorpresa no fue la salida —se descontaba— sino el timing: cuatro días previos a votar. En política, el cuándo vale tanto como el qué. El mensaje que leyó Balcarce 50 fue inequívoco: “no me usen de fusible, no negocio con ruido”. La reacción fue inmediata: bronca en la Rosada, teléfonos en modo incendio y la constatación más áspera para cualquier administración: se fue el ministro con pasaporte real mientras se discute un acuerdo con Estados Unidos.

 

Werthein no aterrizó en Cancillería para hacer sociología de café. Llegó para vender país: abrir puertas, aceitar agendas, traducir oportunidades a negocios. Su capital era la credibilidad personal ante corporaciones, bancos, foros multilaterales y decisores políticos. 

 

Eso exige una sola moneda: coherencia. ¿Qué quebró el vínculo? Dos palabras: diplomacia paralela. Santiago Caputo —el estratega que dejó de ser sombra— empezó a moverse con agenda propia en los Estados Unidos, cableando contactos y mensajes por carriles no oficiales. Sumado a destratos internos donde Karina Milei pesó más que el protocolo. Para un canciller que responde por cada firma, eso es dinamita. En privado, el registro fue crudo: “boludeces, no”.

 

La batalla de las agendas

 

La política exterior no perdona la cacofonía. Cuando dos voces prometen cosas distintas en Washington, alguien miente o, peor, nadie manda. Caputo tejió vínculos con espacios cercanos al CPAC y operadores con rodaje en campañas y lobbies. Comunicacionalmente rinde. 

 

Diplomáticamente, fractura. Porque el interlocutor, sea funcionario o inversor, pide garantías de que lo dicho el martes sigue vigente el viernes. Werthein entendió que su firma empezaba a ser garantía de otros. Y decidió cortar antes de transformarse en anécdota. De paso, dejó una señal que cala en el Círculo Rojo: si no hay una sola línea, yo no pago el costo.

El golpe para Milei no es solo comunicacional. Es operativo. El Presidente pierde a un ministro que funcionaba como puente con empresarios y mercados, y queda expuesto a la lectura más dañina para cualquier administración: desorden en el centro. 

 

Por eso, mientras se contaban boletas, en Casa Rosada se contaban sillas. El movimiento cantado: Santiago Caputo a Jefatura de Gabinete para ordenar comunicación, política y relaciones. 

 

Como contracara, Guillermo Francos podría migrar a Cancillería para aportar volumen institucional y bajar el tono épico al lenguaje de los acuerdos. ¿Problemas? Varios: su historial en lazos con China irrita a sectores de la órbita Trump y, si su función es calmar, necesitará margen para unificar vocerías. También desfilan nombres de recambio —Federico Pinedo, Alex Oxenford— pero nadie enciende velas hasta ver el resultado del domingo.

 

El enroque total y el control de daños

 

El portazo de Werthein activa el operativo contención. Primero, hacia afuera: cámaras, bancos, fondos, compañías de energía y tecnología que miran el tablero argentino con paciencia limitada. Segundo, hacia adentro: revisión de designaciones y traslados recientes en el Servicio Exterior para mostrar que hay control, no festival de firmas. 

 

Tercero, el mapa de ministerios. Seguridad y Defensa tendrán recambio: Patricia Bullrich y Luis Petri vuelven al Congreso. En Justicia, Mariano Cúneo Libarona camina la cornisa; suenan Guillermo Montenegro (músculo político y expediente) y Sebastián Amerio (perfil técnico, orbitando cerca del nuevo centro de gravedad). 

 

Interior reconfigura perfil si Francos se muda. En Economía, Toto Caputo conserva respaldo, pero una eventual Bases 2 exige operador con cintura parlamentaria y un relato fiscal comprensible para gobernadores. Sturzenegger sigue como ariete desregulador. Pettovello y Lugones permanecen en el núcleo de gestión.

 

¿Se puede dar vuelta la página el lunes? Sí, con foto de orden y nombres que cierren internas. Pero el daño simbólico ya está: un canciller con peso propio eligió el tiempo para irse. 

 

Y eso describe un vacío: si el proyecto dependía de un hilo entre Presidencia, Jefatura y Cancillería, hoy ese hilo se cortó. En realpolitik, los proyectos no caen por maldad ajena sino por coordinación precaria. Washington no compra épicas, compra gobernabilidad. 

 

El Círculo Rojo no aplaude gestos, aplaude previsibilidad. Y los votantes no leen memorandos: leen si hay rumbo.

 

Werthein jugó a preservar su marca. La Rosada acusa oportunismo. Probablemente ambos tengan razón. Él entendió que la señal más cara en diplomacia es la confianza y que la diplomacia paralela la erosiona. El Gobierno entiende que anunciar cambios con el diario del lunes es más vendible que reconocer peleas el jueves. 

 

Pero la política es economía del poder: quien administra silencios, cobra caro los ruidos. Por eso duele: porque la renuncia no es ideológica, es transacción. 

 

Y exhibe, sin maquillaje, la pregunta que define el segundo tramo del mandato: ¿quién ordena a quién?

El lunes habrá enroque, hashtags y promesas. Lo que no habrá es la posibilidad de rebobinar la escena en la que el canciller dijo “hasta acá”. 

 

El resto es comunicación. La crisis, en cambio, es estructura. Si el nuevo esquema alinea una sola voz hacia afuera y una sola cadena de mando hacia adentro, el Gobierno habrá aprendido. Si no, volveremos a ver el mismo capítulo con otro reparto. En esa serie, todos terminan diciendo que gobiernan mientras el poder se les desangra por la grieta más vieja: creer que mandar es hablar más fuerte.

 

 

¿Quién es Gerardo Werthein?

 

Empresario de larga data, veterinario de formación y dirigente deportivo con experiencia internacional, Gerardo Werthein pertenece a una de las familias con mayor diversificación económica del país. 

 

El Grupo Werthein (alimentos, agro, energía, seguros, salud, real estate, tecnología y medios) acumula nueve décadas de operaciones y presencia regional. En el ecosistema de medios y telecomunicaciones, la familia controla Vrio/DirecTV en América Latina y mantiene lazos de negocio con compañías de deportes y contenidos. 

 

También invierte en oil & gas (participaciones en firmas del sector), marcas de consumo masivo (como Cachamai) y bodegas. En el agro, opera campos y genética bovina. Fuera del holding, Werthein conduce proyectos ecuestres de alto perfil.

 

En el plano internacional, su agenda cruza Estados Unidos y Europa: foros empresariales, directorios, cámaras binacionales y fondos. Ese capital relacional incluye vínculos institucionales con la comunidad judía argentina y canales de trabajo con organizaciones y referentes de Israel y de la costa Este norteamericana con mucho peso financiero. 

 

No es mística: es teléfono útil.

 

Cuando el gobierno de Milei necesitó puertas en Washington, Werthein aportó tracción: lenguaje de negocios, nombres propios, procesos claros. En Cancillería, su valor no era la retórica, sino la previsibilidad. Por eso la diplomacia paralela —mensajes cruzados, agendas superpuestas— fue una línea roja. La renuncia preserva su reputación, activo sin reemplazo en ese circuito. ¿Vuelve a la política? Queda en modo stand-by con una verdad incómoda para todos: el puente que tendió hacia afuera sigue siendo necesario. La pregunta es si habrá una sola voz para cruzarlo.

 

“Washington no compra épicas: compra gobernabilidad. El resto es espuma.”

 

“Quien administra silencios, cobra caro los ruidos: Werthein preservó marca; la Rosada, relato.”

 

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