Javo empoderado y en ofensiva: “todavía quedan 600 mil decretos”

decretos” En una presentación ante empresarios, Javier Milei reivindicó las elecciones como un respaldo a su programa, volvió a cargar contra la oposición y anunció que profundizará las reformas económicas, tributarias y laborales. En paralelo, marcó alineamiento con Estados Unidos y sugirió que el país enfrentará un período de cambios “sin precedentes”.

Política20/11/2025
NOTA

La escena lo dice todo. Milei frente a empresarios, en el edificio nuevo de Corporación América, rodeado por Karina y bajo la mirada fija de Eduardo Eurnekian. No es el outsider del 2021. Tampoco el candidato disruptivo del 2023. Es un presidente que leyó su triunfo electoral como certificación de liderazgo y permiso para ir más lejos. Y así lo dijo: el Gobierno es incontestable. Fue una frase que no sonó casual ni calculada. Fue un mensaje. Para adentro, para afuera y para arriba.

El Milei de esta semana habla como quien cree que ya ganó más de una batalla y ahora quiere ganar la guerra. Promete reformas, advierte que habrá más cambios y pide que el empresariado se abroche el cinturón. Lo que antes era provocación hoy es política de Estado. Su estilo pasó de ser un riesgo a convertirse en una estrategia. Y en un contexto de dirigencias a la defensiva, su determinación actúa como un hecho político en sí mismo.

El Presidente destacó que mantiene el mismo nivel de popularidad que cuando asumió, pero con el triple de poder legislativo. Un modo elegante de recordar que, tras las elecciones, el Congreso que viene es más amigable al programa libertario. Nada menor para un gobierno que en dos años hizo el ajuste más profundo en décadas. Milei lo repitió: ya hicimos el trabajo sucio. Ahora viene el tramo en el que, según él, se podrán corregir cien años de errores económicos.

Pero la clave no fue la enumeración de reformas pendientes. Fue el tono. Milei no habló como quien pide permiso, sino como quien ofrece un manual de instrucciones. Reclamó participación activa del sector privado. Elogió la disciplina fiscal como nunca vista en una campaña. Y celebró que el electorado acompañara un programa contractivo sin caer en el clásico intercambio electoral de beneficios urgentes por costos futuros. En su lectura, el pueblo eligió el sacrificio. Un diagnóstico que le da legitimidad para profundizar el rumbo.

Hay algo más profundo en su discurso. Milei cree que está dando una batalla cultural que recién empieza. Dijo que el socialismo no puede volver a frenar el crecimiento y que las ideas anti crecimiento dominaron el país durante demasiado tiempo. Esto es más que posicionamiento ideológico. Es una advertencia. El Presidente entiende que el verdadero conflicto no es presupuestario, sino simbólico. Quiere evitar que Argentina vuelva a creer en recetas que él considera responsables del estancamiento. Por eso repite que en octubre cruzaron un rubicón. El mensaje es transparente: no habrá marcha atrás.

En medio de un clima empresarial expectante, Milei insistió en que el crecimiento no será inmediato y que la mejora en los bolsillos se va a sentir de manera gradual. El foco ahora está en el Congreso. Milei quiere aprobar el Presupuesto 2026 y un paquete de reformas que incluye laboral, tributaria y penal. Lo llama reformas de segunda generación. Lo que está diciendo, en el fondo, es que el verdadero programa no empezó en 2023. Empieza ahora. Su discurso construye la idea de que lo que viene es más grande que lo hecho. Y esa narrativa, en tiempos de crisis, es poder.

En ese tablero, Milei se planta como un presidente empoderado, sin dudas, sin temores y sin intenciones de suavizar su estilo. Lo que para algunos es terquedad, para él y su círculo es convicción. Lo que para otros es peligro, para él es liderazgo. Y lo que para buena parte del sistema político es exceso, para sus votantes es autenticidad.

El Milei que hoy habla no es un excéntrico. Es alguien que siente que tiene mandato y que la tibieza no sirve. Y en la Argentina actual, donde el poder aparece fracturado y las certezas escasean, esa determinación es su ventaja competitiva. Para bien o para mal.

 

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