La Pobreza cayó solo 2,1% real en 2 años: la “encubierta” es del 67%

El Observatorio de la Deuda Social Argentina corrigió el efecto captación de la EPH y una canasta básica desactualizada desde 2005. Tres cuartas partes de la caída oficial son estadísticas, no mejora de ingresos. Con metodología multidimensional que incluye servicios, salud y transporte, la pobreza afecta al 67% de la población.

Actualidad05/12/2025
NOTA

El Observatorio Social de la UCA desmiente al Gobierno

 

Imaginemos la escena: Javier Milei, con su sonrisa y el dedo arriba, tuitea sobre la "recuperación épica" de la economía. El INDEC, bajo Marco Lavagna, avala: pobreza de 41,3% a 31,8% en un año y pico. Aplausos en Olivos, memes en redes, hasta un hilo viral de economistas liberales celebrando el fin de la "década perdida". Pero el jueves, en un auditorio de la UCA, Agustín Salvia entra con el dossier bajo el brazo y suelta la bomba: "Señores, si ajustamos por captación real, la caída es de 2,1 puntos nomás". Dos puntos. No diez. El salón se congela, las cámaras parpadean, y el Gobierno ya arma el contraataque en WhatsApp. Porque en la rosca argentina, los números no son neutrales: son munición. Y esta vez, la UCA acaba de recargar el arma de la oposición, recordándonos que detrás de cada porcentaje hay un voto, un plan social y un ajuste que duele en la carne.

Salvia, con esa calma de quien ha visto ciclos enteros de presidentes caer, no viene a regalar flores. Su Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina lleva quince años midiendo no solo ingresos, sino el pulso real de las familias: el estrés de no llegar a fin de mes, la inseguridad alimentaria que acecha en la heladera vacía, el malestar psicológico que carcome desde 2017 y explotó con la devaluación de diciembre 2023. El informe, presentado el 4 de diciembre, pinta un país en transición inestable: macro ordenada por Toto Caputo, inflación domada al 2% mensual, déficit evaporado. Bien. Pero abajo, en la pirámide social, tres Argentinas se miran de reojo sin cruzarse. Arriba, un tercio integrado que produce el 70% del PBI, con cloacas, colegios privados y Netflix sin cortes. En el medio, una clase media aspiracional que retrocede dos casilleros: pierde empleo formal, ve su salario real estancado en niveles de 2009, y ahora elige entre remedios o nafta. Abajo, el tercio precario donde la pobreza no es un pico coyuntural, sino un piso estructural del 25% que nadie, ni con soja barata ni con gradualismo ni con motosierra, ha logrado romper desde los noventa.

El meollo está en la metodología, ese laberinto donde se cuecen los intereses. El INDEC mide pobreza como hogares por debajo de la Canasta Básica Total, una línea que compara ingresos con el costo de bienes y servicios. Suena lógico, pero ahí viene el primer quilombo: la estructura de esa canasta se basa en relevamientos de 2004-2005, cuando los servicios públicos eran un chiste comparados con hoy. Post-devaluación, la luz, el gas y el transporte se comieron el presupuesto familiar como un lobo hambriento. Si actualizás la canasta para reflejar eso, como sugiere la UCA, la línea de pobreza sube y la "caída histórica" se reduce a un suspiro. Peor aún, el efecto estadístico: la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) sufrió años de baja respuesta en barrios altos durante la pandemia y la hiper. Muestra sesgada hacia pobres, pobreza inflada. Con la estabilización de 2024, la gente de Palermo y Recoleta vuelve a abrir la puerta. La captación sube al 80%, entran más ingresos altos, y voilà: el promedio baja mágicamente 7,4 puntos. Tres cuartos de la baja oficial son humo, no plata en el bolsillo.

 

La pobreza multidimensional supera el 67%

Martín Maldonado, profesional del Conicet que no se calla ni bajo amenaza de carpetazo, lo llama obsoleto: la medición del INDEC, nacida en 1985, solo mira ingresos contra una canasta de 52 alimentos. Ignora servicios, salud, educación, transporte, hasta el bondi para ir al supermercado. Es pobreza monetaria pura, un recorte que pinta un 31,8% cuando la realidad multidimensional –esa que usan México, Brasil y Chile como oficial– clava el 67%. Sesenta y siete por ciento. Dos de cada tres argentinos sin acceso pleno a lo básico. ¿Por qué no cambian? Simple realpolitik: asumir eso multiplicaría por tres el gasto en AUH, planes, transferencias. El Estado pasaría de subsidiar a 9 millones a 25. Ningún gobierno, ni el de Cristina con viento de cola ni el de Milei con bisturí, se anima. Es el costo político del espejo: te obliga a verte tal cual, y en campaña, nadie quiere fotos feas.

La UCA no se queda en la crítica; dibuja el mapa de daños. La AUH y la Tarjeta Alimentar, reforzadas en 2024 pese a los recortes, salvan la indigencia: sin ellas, el 6,8% actual sería el doble, y la pobreza saltaría 20 puntos. Atenúan, no curan. En hogares con pibes, la tasa roza el 50%, crónica, generacional: abuelos pobres criando nietos pobres en changas sin aportes (51,6% de informalidad en 2025). El empleo estancado, salarios públicos pulverizados, desempleo subiendo en los estratos bajos. Salvia lo resume en la presentación: "El mileísmo desarma lo viejo, pero el nuevo es un deseo, no un edificio". Transición, sí, pero con estrés económico disparado: familias que no ahorran, no cubren básicos, proyectan un 2026 de fragilidad. La estabilización macro no filtra al bienestar subjetivo; al contrario, amplifica brechas. Hogares vulnerables reportan más ansiedad, menos redes de contención.

Miren el historial: desde los setenta, la pobreza dejó de ser marginal para volverse el eje estructural. Inestabilidad macro, gasto social mal puntdo, políticas erradas, corrupción que chupó décadas de recursos. De 1990 acá, picos en 2002, 2018, 2020, y ahora. Cada presidente hereda más que deja, salvo excepciones puntuales. Milei entró con 40%, sale con 36,3% en el tercer trimestre según UCA (9,3 puntos menos que 2024, 8,4 que 2023). Mejora transitoria, niveles de 2018-2022. Sostenible? Dudoso. Sin políticas de capital humano, crédito para pymes, desarrollo regional, el modelo se consolida en bajo empleo formal y desigualdad enquistada.

En este tablero de House of Cards criollo, los números son peones. Lavagna los mueve para apuntalar al jefe; Salvia los expone para forzar debate. Milei, el oportunista que prometió romper la rosca, hoy la usa para vender un triunfo a medias. Pero el lector avispado sabe: la verdadera trama no está en el porcentaje, sino en quién paga la cuenta. Y mientras el tercio de abajo espera que el deseo libertario se convierta en pan, el resto aplaude el maquillaje. Porque en Argentina, la pobreza no baja sola; la bajan los intereses que se alineen. O no.

Tres cuartos de la reducción oficial de pobreza (de 41% a 32%) se evaporan al corregir por sesgo de captación en la EPH: solo 2,1 puntos reales en dos años de Milei

Pobreza multidimensional, que suma servicios, salud y transporte, alcanza el 67% y obligaría a triplicar planes sociales; por eso, ningún gobierno la toca con un palo.

 

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