Inseguridad: mitos y verdades

En anterior artículo nos referimos a dos mitos que suelen ser frecuentes cuando se habla de inseguridad. Por un lado, el primer mito que tratamos es aquel que relaciona causalmente la pobreza con la inseguridad. Y dimos cuenta de que no hay estadísticas que respalden esa relación.

Actualidad18/07/2024
NOTA INSEGURIDAD

Por Amado Brancatti

 

Al contrario, al menos sobre la cuestión más sensible cuando se habla de inseguridad, es decir los homicidios, suele haber más una relación inversa: en lugares pobres hay menos homicidios.

Pero también dimos cuenta de un segundo mito, el que afirma que la mayoría de los homicidios están originados en la inseguridad. Y esto no es así. Salvo en casos particulares donde existe un tipo de delito extendido, frecuente y manejado por poderosas organizaciones criminales, lo habitual es que la mayoría de los homicidios tengan su origen en las relaciones interpersonales.

En efecto, los estudios demuestran con abundante respaldo que en el origen de los homicidios hay cuestiones vinculadas a temas personales, ocasiones de riña o peleas familiares.

Si esto es así, ¿no sería lógico que integradas a las políticas de seguridad haya políticas de acción social? No hablamos de nada parecido a exonerar delincuentes, ni de garantismo, ni de mano blanda, ni nada por el estilo. Hablamos de abordar las causas reales y probadas estadísticamente de la violencia física que termina en lesiones y muertes.

A esta conclusión han llegado ya incluso en el “lugar excepción” de la violencia en nuestro país, en la provincia de Santa Fe y más particularmente en el departamento Rosario.

Allí se ha instituido el programa de Intervención Barrial Focalizada, un programa que ya tuvo antecedentes en años anteriores en la provincia y que ahora, por los resultados positivos que ha dado, está ampliándose por todo el mapa santafesino.

¿De qué se trata? Simple: integrando diversas carteras se hace foco a nivel barrial de las problemáticas que están en el origen de la violencia: se tiran “bunkers” donde se vende droga, sí; pero se hacen reformas urbanísticas, se iluminan calles, se modifican edificios. 

Pero sobre todo se abordan aquellas problemáticas concretas e inmediatas que aumentan la tensión social, debilitan los vínculos comunitarios y son el caldo de cultivo para la aparición de la violencia.

El énfasis se pone en problemáticas intrafamiliares: violencia de género, violencia con los niños, indigencia, falta de sustento material básico, deficiencias en servicios básicos, necesidades médicas, etc.

Parece un camino adecuado, pero sobre todo lógico: si el origen principal de la violencia es por anomia social, lo más lógico es que el Estado ponga en los barrios y las familias el acento en la erradicación de esa violencia. 

Esto incluso llevará con el tiempo a que las fuerzas de seguridad no se vean sobrepasadas, aliviando así sus tareas y las de la presión presupuestaria que conllevan, un tema por cierto no menor.

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