Justicia en Lomas de Zamora: crimen de Joselin: Absolvieron a Zaida Mamani por falta de pruebas

Un jurado popular exoneró a la madre de la niña asesinada de 74 puñaladas en Longchamps. La falta de pruebas directas y una trama familiar compleja marcan un caso que expone los límites de la investigación judicial.

Región09/07/2025
NOTA 1 MAMANI

Por Vanina Sosa

 

Zaida Mamani fue absuelta. Después de seis años de cargar con la acusación de haber matado a su hija de diez años con 74 puñaladas, un jurado popular del Tribunal Oral en lo Criminal Nº4 de Lomas de Zamora resolvió que no había pruebas suficientes para condenarla. El crimen de Joselin Mamani, ocurrido en 2019 en Longchamps, vuelve a foja cero y deja flotando una de esas preguntas que en el conurbano huelen a polvo, precariedad y silencios cómplices: ¿Quién fue?

La historia está cruzada por todo lo que suele esquivar el relato judicial: pobreza, violencia familiar, sexualidades conflictivas y estructuras sociales tan opacas como resistentes al escrutinio. El día del crimen, Zaida había salido al banco. Al volver encontró el cuerpo ensangrentado de su hija en la cocina. Las puertas no estaban forzadas, no había desorden. Faltaban unas llaves. Y no mucho más.

La fiscalía primero apuntó a Carlos Correa, ex pareja de Zaida, con quien seguía compartiendo la casa por razones económicas. Después señalaron a Rubén Correa, hijo de Carlos y pareja de Zaida al momento del crimen. Una relación que había generado una fractura traumática en la familia. Más tarde, la propia Zaida señaló a dos vecinos. Pero la causa se centró en ella, en su rol de madre, en su historia de vida, en esa capacidad -tan frecuente en los expedientes del conurbano- de ser el blanco más fácil.

En las audiencias declararon más de veinte testigos. Ninguno directo. Nadie la vio. Nadie la escuchó. No hubo huellas, ni ADN, ni grabaciones. Sólo conjeturas. Como si el dolor y la sospecha alcanzaran para tapar los vacíos de una investigación que nunca terminó de profundizar en las pistas materiales. No se peritaron bien los celulares. No se cruzaron los datos genéticos encontrados en la escena. Nadie siguió la pista de quienes habían estado en el lugar.

El abogado defensor, Ernesto Flores, fue contundente: "No hay prueba material objetiva contra Zaida. No hay testigo. No hay certeza". Pero en estos casos, lo que hay muchas veces pesa más que lo que falta. Y lo que había era una madre sola, boliviana, sin poder económico, con una historia sentimental conflictiva, viviendo en un humilde barrio de Longchamps, bien al sur del Conurbano Sur. 

Durante años, fue la propia Zaida quien encabezó marchas para pedir justicia por su hija. Hasta que la justicia apuntó contra ella. Fue imputada por homicidio doblemente agravado por el vínculo y por alevosía. La misma justicia que durante meses no avanzó sobre los otros nombres que aparecían en la causa. La misma justicia que ahora, con esta absolución, admite que no había base para sostener esa hipótesis. 

En el fondo, esta historia no es solo la de una madre acusada. Es la de una comunidad donde las tramas familiares se mezclan con la violencia de género, con relaciones cruzadas, con silencios cómplices, con estructuras que muchas veces prefieren no ver lo que ocurre del otro lado de la medianera. Es también una historia sobre lo que la Justicia a veces prefiere no investigar.

La familia Mamani insiste en que el caso no puede quedar impune. Su abogado ya adelantó que pedirá que se reactive la investigación sobre Carlos Correa, Rubén Correa, Belen Beloso y Jonathan Meriles. Por ahora, Joselin sigue siendo una nena asesinada brutalmente sin que nadie pueda explicar por qué ni cómo. Y la justicia, una vez más, parece haber buscado una explicación simple para una tragedia que es todo menos lineal.

Porque en el conurbano, donde las casas se levantan con lo que hay, donde las historias de familia se enredan entre pasillos y promesas rotas, y donde la ley llega a veces tarde y mal, no hay finales felices. Solo mujeres marcadas, niñas muertas, hombre sospechosos y causas que nunca cierran del todo. La absolución de Zaida Mamani no es el final. Es apenas el principio de otra etapa de silencio, sospechas y una herida que sigue abierta.

 

 

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