La derrota que Milei tapó con una bandera que banaliza lo peor

La oposición le asestó una derrota demoledora en la Cámara baja: le voltearon cinco decretos, le marcaron la cancha con los gobernadores y se activó la comisión que puede hundir a su hermana.

Política07/08/2025
NOTA POLÍTICA

Al otro día, Milei respondió con una foto en La Matanza y una consigna que banaliza el “Nunca Más”. ¿Repliegue táctico o último acto de una ofensiva que ya no logra disciplinar ni a los propios?

 

En política, los símbolos importan. Pero los votos mandan. Y el gobierno de Javier Milei acaba de recibir una paliza con nombre, apellido y número exacto: 159 a 65. Así se votó en Diputados la declaración de emergencia para el Hospital Garrahan. Un hospital de niñas y niños. 

 

Sí, ese que este gobierno desfinancia con la misma impunidad con la que recita eslóganes de libertad. Pero eso fue apenas una escena dentro de un miércoles negro para el oficialismo, donde la oposición también logró rechazar cinco decretos, avanzar con los proyectos de los gobernadores y, como si fuera poco, activar la comisión que puede terminar por complicar judicialmente a Karina Milei.

 

El dato político es más profundo que la suma de porotos. 

 

La sesión fue un parteaguas: se rompió la parálisis institucional que venía garantizando Milei con su alianza residual con Martín Menem y un PRO cada vez más incómodo. Esta vez no hubo retiro disciplinado de bancas, ni provocación libertaria que sirviera para dinamitar el quórum. Ni siquiera funcionó el viejo truco de mandar a las diputadas más combativas a tirar munición tuitera desde el recinto.

 

El oficialismo no solo perdió. Quedó expuesto. La oposición no solo se sentó, sino que coordinó. Y aunque no alcanzó los dos tercios, rozó el número mágico que puede ponerle freno al veto sistemático de Milei. En clave realista, fue una advertencia. De esas que no se dicen: se votan.

 

De la derrota legislativa al show en La Matanza

 

Al otro día, como si la paliza parlamentaria no hubiera existido, Milei apareció en una postal cuidadosamente coreografiada en Villa Celina, el corazón de la Tercera Sección Electoral. No fue cualquier elección de locación: fue La Matanza, bastión histórico del peronismo, territorio hostil para el voto libertario. El presidente no fue con obras ni anuncios. Fue con una foto de lanzamiento de campaña.

 

Una montaña de basura de fondo. Todos los candidatos uniformados. Y una bandera que decía: “Kirchnerismo Nunca Más” y con la tipografía del informe de la Conadep.

Esa pancarta no fue casual. Fue una decisión política. Milei eligió banalizar uno de los consensos más profundos de la democracia argentina: el “Nunca Más”. Y lo hizo un día después de que el Congreso le marcara un límite justo en ese terreno, al rechazar el decreto que intentaba intervenir el Banco Nacional de Datos Genéticos, ese que asiste a las Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda de nietos apropiados.

 

¿Quién lo acompañó? Karina, por supuesto. También Bullrich, el comisario Bondarenko y José Luis Espert. Algunos con pasado peronista, otros con presente policial, todos con futuro incierto. Ninguno se desmarcó. Nadie pareció entender el abismo simbólico.

 

Cuando el grito no alcanza

 

Hay algo que se quiebra cuando se pasa de la confrontación política a la apropiación de los símbolos fundantes. La democracia argentina no nació con Milei. Nació con el juicio a las juntas. Con el informe de la Conadep. Con la frase “Señores jueces: Nunca Más”, que no es de nadie porque es de todos.

El Presidente eligió eso para lanzar su campaña bonaerense. 

 

No el debate por la inseguridad, ni la inflación, ni siquiera el ajuste que tanto defiende. Eligió reeditar la grieta en su forma más brutal y despojada, una que ya no polariza: solo violenta. Una que no construye mayoría, sino que busca el fervor de una minoría.

 

Y esa minoría también empieza a resquebrajarse. En el Congreso, los libertarios no logran retener ni a los propios. En las provincias, los armadores territoriales se pasan factura. En redes, la estrategia del escándalo ya no rinde como antes. Incluso el intento de emparentar al kirchnerismo con el terrorismo de Estado encuentra resistencia, no solo en la política, sino en la calle. En esa foto hay algo más que una bandera. Hay una alarma.

 

¿Furia o fragilidad?

 

La política tiene su termómetro. A veces es una ley, a veces una renuncia, a veces una imagen. Esta semana fue todo junto. La derrota en Diputados mostró que la estrategia de choque tiene un límite institucional. La foto en La Matanza mostró que la respuesta oficial es más desesperación que audacia. Y el uso del “Nunca Más” como eslogan electoral mostró algo peor: una desconexión peligrosa con el pacto democrático básico.

 

¿Es un giro estratégico o un síntoma de debilidad? ¿Una señal de que Milei prepara un nuevo clivaje o que se le acabaron las fichas? Tal vez ambas. Pero lo cierto es que la rosca se movió, y cuando la rosca se mueve, no hay TikTok que te salve.

 

Porque los votos se cuentan. Pero las señales se interpretan. Y esta semana, el Congreso habló más fuerte que el Presidente.

Cuando el poder deja de construir futuro y empieza a profanar el pasado, no está haciendo campaña: está pidiendo auxilio. Y a veces, disfrazado de león, el grito es solo eso: el último recurso de quien ya no ruge, solo ladra.

 

Tras una derrota legislativa feroz, Milei se refugia en la provocación como modo de supervivencia política.

 

 

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