La derrota que Milei no supo evitar y tapa con vetos

El Congreso le dio al Gobierno un golpe político con olor a advertencia: cinco decretos rechazados, leyes avanzando y un oficialismo sin músculo para construir mayorías.

Política07/08/2025
NOTA

Francos lo admitió, culpó a la oposición y anunció que Milei vetará todo lo que pueda. Pero el límite ya quedó expuesto: un gobierno que se encierra en su propio monólogo.

 

Guillermo Francos eligió no disimular. “Perdimos todo”, dijo, y en ese plural se condensó la peor semana legislativa para La Libertad Avanza. 

 

El Congreso no solo rechazó cinco decretos clave, también abrió paso a iniciativas que el oficialismo bloqueaba y consolidó un frente opositor amplio, que incluyó a radicales, lilitos y varios gobernadores que hasta hace poco eran socios ocasionales. La foto parlamentaria fue demoledora: más de 150 votos en contra del Ejecutivo en las principales votaciones.

 

El jefe de Gabinete hizo lo que pocos en este gobierno: asumir la derrota sin maquillaje. Pero la explicación que ensayó fue la de siempre: la culpa es de “todos los que votaron con el kirchnerismo”, una categoría donde entraron aliados, neutrales y hasta viejos compañeros de ruta. 

 

El problema de ese relato es que omite la causa estructural: Milei no tiene estrategia de construcción política fuera de su núcleo duro. Lo que no se consigue con presión mediática o amenaza de veto, se pierde. Y esta vez se perdió todo.

 

Francos justificó el revés acusando al Congreso de querer romper el superávit fiscal y de “hacer demagogia” en un contexto preelectoral. Detrás de ese argumento técnico se esconde un dato más áspero: el oficialismo no pudo retener ni a los bloques con los que negoció en la Ley Bases. No hubo puente, ni promesa, ni concesión que funcionara. 

 

En el tablero de la rosca, Milei juega solo contra todos, convencido de que puede ganar a fuerza de voluntad y redes sociales. Pero en el Congreso, la épica no vota.

 

El mensaje que Francos dejó entrelíneas fue claro: Milei usará el veto presidencial como herramienta central para bloquear cualquier ley que implique gasto o toque los pilares de su ajuste. 

 

Un veto que ya es más símbolo de resistencia que táctica efectiva, porque el oficialismo no tiene margen para reescribir las reglas del juego sin sumar socios. En política, vetar todo es la confesión de que no se puede gobernar con mayoría.

 

Mientras tanto, el Presidente sigue en su lógica autorreferencial, sin abrir el juego ni siquiera en su propia coalición. La estrategia parece ser convertir cada derrota parlamentaria en un nuevo episodio de su narrativa contra “la casta”. Pero el riesgo es evidente: si cada tropiezo se traduce en un cierre mayor, el aislamiento deja de ser un gesto de pureza y se convierte en un techo bajo.

En la rosca real, el veto no es un golpe de efecto: es un freno que se usa con prudencia para no dinamitar los pocos puentes disponibles. 

 

Milei parece usarlo como bandera de guerra, sin medir que cada ley que vete sin capacidad de negociación lo acerca a un empate eterno, donde ni avanza ni deja avanzar. El problema es que, en ese empate, el que se desgasta siempre es el que está sentado en el sillón de Rivadavia.

 

Si la política es el arte de sumar, Milei eligió ser escultor de soledades. Y cuando tu única herramienta es el veto, cada golpe es también un recordatorio: estás solo, y el mármol se te acaba.

 

 

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