Tormenta de Santa Rosa: entre el mito y la ciencia

Cada fin de agosto, muchos miran al cielo esperando —o temiendo— la famosa tormenta de Santa Rosa. ¿Milagro o simple cambio de estación? La meteorología tiene su respuesta, y es más terrenal de lo que la leyenda cuenta.

Cultura 14/08/2025

¿Puede una historia del siglo XVII explicar por qué a fines de agosto sacamos el paraguas? La tradición dice que sí: que la “Tormenta de Santa Rosa” llega puntual, cada año, para aguar el final del invierno. Pero la ciencia, con mapas de viento y 118 años de datos, sugiere que lo que llamamos milagro es en realidad un clásico encuentro atmosférico.

La leyenda nació en Lima, en 1615. Cuentan que cuando piratas holandeses amenazaban con atacar, Isabel Flores de Oliva —hoy Santa Rosa de Lima— organizó oraciones para pedir protección. Una tormenta repentina dispersó a los corsarios y salvó la ciudad. Desde entonces, cualquier tormenta cercana al 30 de agosto lleva su nombre. Con el tiempo, el mito viajó por Sudamérica y se instaló en nuestro calendario popular.

La explicación meteorológica es menos épica pero igual de interesante. A fines de agosto, el hemisferio sur empieza a sacudirse el invierno. Desde el norte avanza aire cálido y húmedo, empujado por lo que los climatólogos llaman “Corriente de Chorro en Capas Bajas”: un flujo de vientos que trae humedad desde el Atlántico y el Amazonas. Ese aire “pegajoso” se encuentra con frentes fríos que aún bajan desde el sur. El choque entre ambos es el ingrediente perfecto para lluvias fuertes, viento y rayos.

Esto ocurre con más frecuencia en el centro y noreste del país, mientras que en Patagonia o el NOA es raro por sus climas secos o fríos en esta época. Y no siempre es un evento espectacular: un análisis de más de un siglo de registros muestra que en Buenos Aires llovió en esas fechas el 57% de los años, pero no todas fueron tormentas intensas.

El año pasado, la coincidencia fue exacta: el 30 y 31 de agosto llovieron 118 milímetros y la tormenta cubrió buena parte del centro del país. En 2025, los meteorólogos no pueden precisar el día —la atmósfera no obedece almanaques—, pero saben que las condiciones para un temporal estarán ahí, rondando entre el 25 de agosto y el 4 de septiembre.

Quizás por eso la Tormenta de Santa Rosa sigue viva en la memoria colectiva: porque mezcla la certeza de la ciencia con la poesía del mito. Nos recuerda que el cielo cambia de humor con las estaciones, y que, entre un frente frío y una corriente cálida, puede colarse una historia que se cuenta desde hace más de 400 años.

Y aunque hoy los satélites puedan anticipar el momento en que esas nubes se junten, hay algo en ese trueno de fines de agosto que sigue sonando a promesa: la de que la primavera ya está golpeando la puerta. Por las dudas este años, prepararse por si caen de punta. 

 

 

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