“El Negro” eterno, homenaje a Alberto Olmedo

Este 24 de agosto, la leyenda del humor argentino estaría cumpliendo 92 años.

Cultura 24/08/2025
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Por Florencia Belén Mogno. 

 

“Éramos tan pobres”, “Adianchi”, “Y, si no me tienen fe”. Recuerdo ser una niña y escuchar a mi familia decir estas frases en diferentes circunstancias. Recuerdo también que, en mi inocencia de niñez, yo pensaba que esos dichos eran inventos que había hecho mi familia. Sin embargo, un día supe la verdad: “No. Eso no lo inventamos nosotros, esas son frases que decía ‘El Negro’”. Esa fue la primera vez que escuché hablar sobre Alberto Olmedo.

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Este 24 de agosto, Alberto Olmedo estaría cumpliendo 92 años, y me entusiasma mucho estar escribiendo esta nota sobre mi historia con él. En mi caso, yo no vivía cuando El Negro hacía cine y televisión; lo conocí a través de mi familia. En casa, todos se referían a Olmedo como “El Negro”, como si fuera un integrante más de la familia, y más allá de repetir sus frases, “El Negro” era una visita recurrente para nosotros.

 

Un ejemplo de ello eran nuestras navidades en la casa de mis abuelos: mi abuelo cocinando el asado en el patio atrás de la casa; mi abuela y mi mamá en la cocina preparando otras comidas y organizando todo; y nosotros -mi hermano, mis primos y yo- poniendo la mesa mientras buscábamos qué mirar en la tele hasta que llegara la hora de almorzar. “Pongan Volver o Canal 13 a ver si está ‘El Negro’”, nos decía alguien de mi familia desde la cocina.

 

En mi casa, “El Negro” era un visitante frecuente: en las fiestas, en las tardes de domingo, cuando algún canal pasaba sus películas, y después de mucho zapping, de pronto su imagen aparecía en pantalla, y alguien de mi familia decía: “Uy, dejalo al ‘Negro’, así nos reímos un rato”, y ahí es donde estaba la magia.

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Cada vez que “El Negro” se sumaba a nuestras reuniones surgía la risa. Automáticamente. En la pantalla de la tele aparecía el Negro, incluso quizás sin pronunciar una palabra, y de inmediato la sonrisa se dibujaba en las caras de mi familia.

 

Como dije antes, yo era una niña, y aunque no entendía mucho por qué los adultos se divertían tanto con ese señor que estaba en la televisión, ver cómo todo se transformaba cuando “El Negro” aparecía me hacía quererlo sin conocerlo.

 

Fuera con alguna de sus películas con Porcel o en sus sketchs junto a Javier Portales en el programa “No Toca Botón”, Olmedo entraba a mi casa para llenarla de alegría. En ese momento, no importaba si alguien estaba triste o si había algún problema que nos atravesaba: “El Negro” aparecía con su picardía y su sonrisa para ser un rayo de sol que iluminaba todo, aunque fuera solo por un rato.

 

Es ahí donde se esconde la magia detrás de Olmedo. Como el sol, “El Negro”, “El rosarigasino”, el hombre que nació en el barrio de Pichincha en Santa Fe, no solo llenaba de alegría mi casa y a mi familia; lo hizo en cada hogar a lo largo y a lo ancho de Argentina.

 

A lo largo de los años, mi cariño y el de mi familia por el Negro se mantuvieron intactos. Cada tanto lo encontrábamos en la tele y lo dejábamos, siempre bajo el mismo propósito: “Dejalo al Negro, así nos reímos un rato”.

 

Ahora, hace un tiempo, siendo ya adulta, me metí en una “máquina del tiempo” y empecé a buscar al Negro en Internet. Las plataformas de video me trajeron al Negro con sus sketchs y con esa joyita de nuestro patrimonio cultural que es “Álvarez y Borges”, junto a su compañero eterno, Javier Portales.

 

Hoy lo veo al Negro, y es una forma de volver a mi infancia, a mis recuerdos de las navidades con mis abuelos, a esas tardes de domingo buscando qué ver en la televisión, aunque con un agregado especial. Hoy también soy adulta, y entiendo las humoradas del Negro y me río con él; entiendo por qué la risa se dibujaba en los rostros de mi familia cada vez que lo veían en la tele, y por sobre todo, cuando todo se pone difícil, entiendo y me encuentro diciéndome a mí misma: “Ponelo al Negro, así por lo menos me río un rato”.

 

Fuente fotografías: Facebook.com

 

 

 

 

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