Milei y lo malo que pueden ser las ideologías para la política real

Terminada la cumbre del G20, la reunión de mandatarios y responsables de los bancos centrales de las principales economías del mundo quedó en claro que Milei tuvo que hacer a un lado algunos de sus más radicalizados principios ideológicos.

Política22/11/2024
NOTA POLITICA

Por Amado Brancatti

Concretamente, aquellos que identifican a todos los mandatarios que no le gustan como comunistas. El problema es que el presidente argentino señala como comunistas a Lula, presidente de Brasil, y a Xi Jimping, jefe de Estado de la República Popular China. 

Pero hay una cuestión mayúscula: China y Brasil son los principales socios comerciales de Argentina. ¿Qué hacemos con el fanatismo anticomunista en esta situación?

El problema de las ideologías es que a menudo se chocan con la realidad. En un sentido amplio, las ideologías, como expresiones de un sistema coherente de ideas, no tienen nada de malo. 

Pero, con particular énfasis en la modernidad, las ideologías son sistemas de ideas que reducen la realidad a un aspecto parcial de ella. Ese aspecto es algo que se quiere cambiar, y las ideologías modernas postulan una serie de soluciones para hacerlo.

El problema es que la realidad es multifacética y en el origen de todo malestar o injusticia se hallan varias causas que se relacionan entre sí. Por lo tanto, reducir la complejidad de los acontecimientos a un solo factor causal lleva a encerronas mentales y a políticas de difícil abordaje.

Para los sobreideologizados, tratar con la realidad suele ser un desafío ciclópeo. Y sus decisiones habitualmente son parciales y mal encaradas. Cuando no, la sobreideología genera directamente parálisis política.

Si un jefe de Estado se deja llevar por la ideología las cosas no terminan bien, como ocurrió con los jacobinos en la revolución francesa o como con Mao en la revolución cultural. 

Milei, por suerte, dejó a un lado su espíritu de cruzado en defensa del capitalismo y la libertad (¿?) y cerró un buen acuerdo de suministro de gas con Brasil y diversos intercambios con Xi Jimping. 

Con China ya había hecho declaraciones que evidenciaban un cambio drástico con relación al gigante asiático. En un programa televisivo dijo que “China es un socio comercial muy interesante. No exigen nada, lo único que piden es que no los molesten”. Declaraciones muy alejadas de los insultos de campaña.

La enseñanza de todo esto es muy clara: el poder busca alcanzar objetivos y es un medio que se ejerce con sabiduría y prudencia, no con esquematismos mentales ni prejuicios axiológicos. 

Ya enseñaban los antiguos que los hombres actúan movidos por el interés propio, por el miedo o por el reconocimiento. Esto puede trasladarse a la política internacional: los Estados actúan movidos por el interés nacional, la seguridad y el prestigio, y la única manera de tener libertad de acción para afirmar esa búsqueda es teniendo poder. Que Milei entienda de una buena vez que es presidente de un Estado y no un influencer.

 

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