“Aguas De Litigio”: un film para reflexionar en torno a la violencia y las relaciones y las emociones tóxicas

Grupo Mediatres dialogó con la autora del cortometraje de ficción, Laura Roa, para conocer más detalles sobre el proyecto.

Cultura 15/05/2025
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Por Florencia Belén Mogno. 

 

 

El cine sin dudas tiene el poder de captar las complejidades de las relaciones humanas a través de detalles sutiles y momentos que quedan grabados en la memoria del espectador. Aunque los temas que aborda son universales, el desafío está en encontrar una mirada fresca y original que evite caer en los clichés habituales. 

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En ese sentido, la construcción de personajes en el cine es un proceso que va más allá de la simple escritura; implica un trabajo de observación, reflexión y creación que busca dar vida a individuos creíbles y profundos. Esa profundidad se consigue al explorar sus motivaciones, contradicciones y vínculos, lo cual ayuda a que el público se conecte emocionalmente con la narrativa.

 

Además, la colaboración entre autores-guionistas, director y actores resulta fundamental para que la historia tome forma y transmita su fuerza dramática. La puesta en escena se nutre de esa interacción constante, donde cada detalle suma para  hacer que el relato impacte y permanezca en la mente de los espectadores.

 

En este contexto se destaca el caso de “Aguas Do Litigio”, un cortometraje de ficción realizado entre Argentina y Brasil. Esta obra contó con la participación de la autora argentina Laura Roa, la encargada de escribir la historia, y quien dialogó con Grupo Mediatres para brindar detalles de la realización del proyecto.

 

“Aguas Do Litigio” contó también con Val Carbone y Paulo Gabriel en la dirección. Además, este último también formó parte del elenco junto a Ellen Bueno, Marcelo Gomes, Marilia Adamy, Fernanda Viacava, Fabio Visconde y Murilo Meola. 

 

La construcción de una historia 

 

En principio, ¿cómo nació la idea de Aguas de Litigio?

 

L.R: “Aguas De Litigio” nace de la idea del agua. Yo había estado pensando durante mucho tiempo en hablar acerca de, o comparar, el agua con algunas emociones sobre las que uno no tiene control. Por lo general, a mí lo que me llama mucho la atención de las inundaciones, o de cuando llueve mucho, es que un fenómeno natural no tenga manera de ser frenado, de ser dominado. Me llama la atención y también me emociona el hecho de que algo tenga una conducta propia, algo natural. El viento, el agua, los planetas, son elementos que no tienen manera de ser dominados porque tienen una funcionalidad independiente. Ciertas cosas del ser humano, algunas emociones, tampoco pueden ser dominadas. Son espontáneas, surgen, y cuando lo hacen, el ser humano, a lo largo de su crecimiento y la educación que recibe, las modera, las va regulando tanto en el sentido moral como en el ético, porque hay muchas reglas que nos conducen a tener un comportamiento. Pero, a pesar de que la educación y la cultura nos obliguen a determinadas formas, hay emociones que no se moderan del todo, y de eso se trata “Aguas de Litigio”: esas conductas y emociones desbordadas que no tienen control, como el viento o el agua, que en algún momento nos exceden. Y, en el mundo en el cual vivimos, a veces se las llama enfermedad.

 

¿Qué te motivó personalmente a escribir esta historia?

 

L.R: “Aguas de Litigio” habla acerca de un divorcio. Una chica joven con hijos se divorcia de un marido violento, tanto en sentido físico como psicológico. En el momento en que ellos se divorcian, comienza a llover de una manera desproporcionada. Entonces, todo lo que se desarrolla durante el encuentro de divorcio tiene que ver con el agua, con las emociones que no tienen dominio, y con el agua que tampoco lo tiene, que cae sin que podamos hacer nada para evitarlo, salvo mojarnos. Y esas emociones desbordadas, en un encuentro tan intenso como un divorcio, también nos mojan, nos interpelan, nos molestan de tal manera que nos hacen sentir incapaces de dominarlas

 

¿Qué temáticas principales aborda el cortometraje?

 

L.R: El cortometraje aborda, primero, el divorcio, la ruptura de un matrimonio. La protagonista busca liberarse de una relación tóxica, de ambos, de los dos. Además, tiene una relación especial con su abogada, y también aparece su pareja de ese momento, que juega un rol fundamental en el cortometraje. Es un ser también especial, una persona en la que se deposita una expectativa dentro de la historia.

 

Y en esa línea, ¿qué reflexiones te interesaba despertar en quienes vean el corto?

 

L.R: Las reflexiones que a mí me gustaría que aparecieran son las que giran en torno a la falta de dominio que tenemos sobre ciertas cosas que nos suceden y que, cuando nos damos cuenta de que nos desbordan, tenemos que actuar consecuentemente. Pero también quiero que se reflexione sobre la culpa, esa sensación de que somos responsables de ciertas cosas que nos pasan en la vida, cuando en realidad no siempre es así. A veces, ciertos eventos, que son inherentes a nosotros mismos, se confabulan para que algo suceda. Por ejemplo, uno puede buscar una relación estable con otra persona, formar una familia, y, sin embargo, hay factores sobre los cuales no tenemos control y que, al final, nos generan culpa. Algunas cosas, aunque nos cueste aceptarlo, son igualmente naturales en las personas: la maldad, la violencia, los celos, la ira. Son parte de nuestra naturaleza. Claro que hacemos todo lo posible por reprimirlas, por encauzarlas en la corta vida que tenemos, pero a veces no sale bien. Entonces, hay que reflexionar sobre eso también, para quitarse el peso de pensar que fue "por mi culpa" o "por culpa de él" o "de ella". 

 

Por otra parte, ¿cómo fue el proceso de escritura del guión? 

 

L.R: En principio, el cortometraje habla de cómo las relaciones se deterioran, de cómo el amor se transforma en una forma de opresión. Pero también es una reflexión sobre la imposibilidad de controlar ciertos aspectos de nuestras vidas, y sobre cómo a veces las emociones nos arrastran, como una corriente de agua desbordada, hacia lugares donde nunca imaginamos llegar. El proceso del guión fue corto porque lo estuve pensando mucho tiempo. Pensaba en los detalles durante un largo tiempo, viendo algunas películas y leyendo algunas cosas relacionadas con los personajes que están dentro del corto, para crearlos en mi mente. Ya los estaba haciendo en un proceso, digamos, de reflexión, de meditación. Pero, aunque me costó poco tiempo escribirlo, el proceso de pensarlo me llevó mucho más tiempo, porque no quería cometer ciertos errores ni caer en lugares comunes. Es fácil a veces caer en lugares comunes, porque son temas universales: el matrimonio, la ruptura, el divorcio, los hijos, las relaciones nuevas. A veces uno no se da cuenta de que escribe siempre sobre las mismas cosas que todos escribimos y que son comunes, por lo que uno tiene que buscarle la vuelta para que, contado de la manera en que están contados, no sean tan comunes. Porque la relación de un hombre y una mujer es desde Adán y Eva, entonces, uno tiene que buscar cierta manera de ver las cosas que resulte atractiva para un corto.

 

¿Qué desafíos encontraste al trasladar esta idea a un formato audiovisual?

 

L.R: Un corto tiene el desafío de que, en poco tiempo, uno tiene que impactar de manera que se recuerde bastante tiempo después lo que hizo. Entonces, el proceso fue mucho más meditativo que efectivo en cuanto a escribir, de armas tomar, por así decirlo. Me ayudó mucho el director del corto a darle forma al guión, de manera tal que encajara perfecto durante el día del rodaje, que no hubiera grietas, que no hubiera fisuras. Tuve la suerte de trabajar con el mismo director en dos guiones, entonces, para mí, fue un placer haber trabajado con él. Trabajé mucho también con uno de los actores, que fue quien formalizó y profundizó mucho, sobre el personaje "malo", por así decirlo. Y eso fue un buen punto de partida.

 

¿Cómo trabajaste la construcción de los personajes?

 

L.R: Trabajé los personajes de manera muy simple porque es gente común que uno conoce en el edificio donde vive. Es la chica que nos atiende en el supermercado, nuestra mejor amiga, la profesora de nuestros hijos, el señor que conocemos del Uber. Son personajes bastante simples en sí; lo que había que trabajar era en los matices, en los claros y oscuros que tenemos todos. Esos son los verdaderos matices de las personas, lo que verdaderamente desconocemos, la profundidad de los pensamientos, de la crianza. Eso es de lo que a un escritor le gusta hablar: de la sorpresa que generan las personas comunes cuando uno las ve en vivo y en directo, al desnudo.

 

¿Te preocupaba evitar ciertos estereotipos al construir a los personajes?

 

L.R: Sí, me preocupaba muchísimo caer en estereotipos, porque a veces uno conoce a una persona fantástica y es un desgraciado. Hay que siempre evitar trabajar sobre los estereotipos que te presentan en la mayoría de los medios de comunicación, porque ya no es así. Ya sabemos que no es así. Los estereotipos a veces nos han jugado una mala pasada y hoy tenemos que trabajar sobre lo contrario, sobre la anti-imagen que nos han dado. Tenemos que trabajar en eso, porque todos nosotros también tenemos una deuda con eso. A veces prejuzgamos por culpa de eso, entonces, sí, hay una preocupación consciente de no caer en esos estereotipos.

 

Por último, ¿qué esperás que suceda con el corto? ¿Hay circuitos de festivales?

 

L.R: Espero que al corto le vaya muy bien, como en el anterior corto que hice. Sí, yo sé que los chicos que están en la promoción del corto se están preocupando mucho por buscar festivales para colocarlo, pero, fundamentalmente, este corto va a estar orientado a circuitos que sirvan como educación preventiva de la violencia. También va a estar destinado a lugares donde se ayude a las mujeres en ese sentido y a circuitos para hombres que también sufren violencia o son causantes de ella, para que puedan entender un poco cómo es esta enfermedad de la violencia. Esta enfermedad que todos, de alguna manera, tenemos, porque a veces uno simplifica y dice: "El hombre que le pega a la mujer, la mujer que le pega al hombre", pero no hablamos mucho del bocinazo que se pega en la calle, del insulto a una persona porque te chocó en un shopping, de la violencia que se ejerce desde la televisión, en los programas de todos los días, de la violencia que se ejerce desde la política hacia las personas o de las personas hacia los políticos, de la cancha, en la escuela. Hay muchas formas de ser violento que necesitan una manera de ver las cosas. Hoy, en las plataformas que tenemos en casa, podemos ver varias series y películas que abordan estos temas y que nos hacen meditar mucho acerca de todo lo que tenemos que cambiar como personas. Y también como espectadores, porque no podemos ver ciertas cosas violentas y quedarnos sin tratar de cambiarlas. Tenemos que ser espectadores activos. Entonces, espero que en todos los festivales a los que vayamos y en todos los circuitos en los que nos manejemos, suceda eso: que haya una reflexión. Y espero que al corto le vaya lo mejor posible, porque todos trabajaron un montón, con muy poco dinero, con mucho más mano de obra que dinero, y eso merece el reconocimiento.

 

Fuente fotografías: Aguas de Litigio. 

 

 

 

 

 

 

 

 

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