El boom del crédito: motor de la economía o bomba de tiempo

El mercado financiero es el sector de mayor dinamismo del año. Pero la morosidad de las familias ya está en máximos de 15 años y la política de tasas del BCRA amenaza con enfriar la economía real.

Actualidad24/08/2025
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El crédito es hoy el motor más visible de la economía argentina. Según el BCRA, de junio a junio los préstamos al sector privado crecieron 78% en términos reales, con hipotecas y tarjetas a la cabeza. 

 

El sector financiero, de hecho, fue el de mayor expansión en el EMAE. Un dato que entusiasma a los bancos y a quienes leen la macro como un tablero de Excel, pero que deja interrogantes serios en la economía real: ¿ese crecimiento refleja prosperidad o es apenas una ilusión sostenida en deuda cada vez más cara?

 

Porque lo cierto es que, mientras el crédito se multiplica, la morosidad también lo hace. Los incumplimientos de las familias alcanzaron en junio el 5,2%, el nivel más alto en 15 años. Préstamos personales: 6,5% en mora. Tarjetas de crédito: 4,9%. Solo los hipotecarios muestran cierta salud (1% de morosidad), más por la rigurosidad en la selección de clientes que por otra cosa. El boom de la deuda doméstica tiene un filo oscuro: salarios que crecen al 20% anual y tasas que superan el 110% de CFT. La matemática es simple: si el costo del crédito es cinco o siete veces mayor al ingreso, la capacidad de pago se derrumba.

 

El mercado se entusiasma porque “el dólar está quieto”, pero el ancla cambiaria se paga con tasas prohibitivas. Esa es la estrategia de la política monetaria: esterilizar pesos, sostener el tipo de cambio y evitar que la inflación se reavive en plena campaña electoral. Pero la esterilización tiene costo: ahoga la producción y traslada la presión a las familias. El crédito, en estas condiciones, deja de ser palanca de consumo y se convierte en hipoteca del futuro.

 

La paradoja es brutal. De enero a enero, la plata fue del banquero: los balances del sistema financiero se robustecen. Para las familias, en cambio, endeudarse pasó de ser una forma de adelantar consumo a un salto al vacío. El endeudamiento personal creció 1,6 veces en un año, pero la morosidad lo hizo más de tres veces. Ese desequilibrio es insostenible.

 

La política no discute esto. En el Congreso se pelean por la caja de los medicamentos o la foto de campaña, pero nadie interroga la lógica de tasas que condena a la economía real a la recesión. Mientras tanto, las pymes ven cómo los adelantos en cuenta corriente pasaron del 36% en junio a más del 90% en agosto. 

 

Para el pequeño productor, acceder a capital de trabajo es hoy un imposible. Y sin crédito productivo, la actividad se paraliza, El mercado apuesta a que tras las elecciones se afloje la cuerda: o baja de tasas con continuidad oficialista o corrección cambiaria si se impone la oposición. Cualquiera de los escenarios muestra que la fiesta del crédito es prestada. Sin un reacomodamiento, la bomba de la morosidad seguirá creciendo.

 

En definitiva, el boom crediticio argentino expone la contradicción de este modelo: dinamismo financiero sobre el congelamiento cambiario, pero con riesgo real de crisis social. Porque detrás de cada porcentaje de mora hay familias que no llegan a fin de mes, pymes que frenan producción y un sistema bancario que engorda a costa de la economía real.

 

El crédito debería ser un puente hacia adelante, no una trampa. Hoy, para las familias argentinas, es un callejón: o endeudarse para sobrevivir o caer en la mora. 

 

Y para la política económica, un dilema: seguir esterilizando con tasas que matan la producción o animarse a alinear la macro con la vida real. Porque si algo muestra la historia argentina es que los modelos que se sostienen solo con banca y dólar quieto terminan colapsando en el mismo lugar: en la mesa vacía de las familias.

 

 

 

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