Dilan defendió a su mamá y lo asesinaron

La Matanza volvió a escribir una de esas crónicas negras que sacuden al conurbano. En una esquina de Virrey del Pino, la vida de Dilan Joel Insfrán, de apenas 17 años, se apagó en segundos. Era sábado, vísperas de las elecciones, y volvía a su casa junto a su mamá, Alicia, cuando una banda de pibes armados los sorprendió en la puerta. Querían el auto. Querían el botín. La escena se volvió tragedia cuando Dilan se interpuso para defenderla. El menor que empuñaba el arma, de 15 años, no dudó: disparó tres veces. Un tiro en el cuello, dos bajo la axila. El chico cayó sobre el asfalto, desangrándose mientras los agresores escapaban.

El barrio quedó en shock. No había épica, solo un cuerpo joven que la ambulancia no alcanzó a salvar. La violencia irrumpió como tantas veces en los portones del conurbano, donde la inseguridad es más cotidiana que el desayuno. Las cámaras de seguridad de la zona dejaron todo registrado: la irrupción, los disparos, la fuga. Esas imágenes fueron la pista clave que llevó a los investigadores a dar con los responsables.

El primero en caer fue el autor material. Estaba escondido en una vivienda cercana y el dermotest confirmó lo obvio: había apretado el gatillo. No era un “pibe sin historia”. Tenía dos causas previas por encubrimiento agravado. Tenía 15 años y ya sabía de allanamientos, de jueces y de expedientes. Lo acompañaban otros: un chico de 16, otro de 18 entregado por sus propios padres, y un joven de 22 que también intentó ocultarse hasta que un operativo de urgencia lo sacó a la luz. La Justicia los imputó bajo una carátula pesada: robo agravado con arma en concurso real con homicidio criminis causae. En criollo: matar para asegurar el botín.

El expediente quedó en manos del fiscal Norberto Ochipinti, del Juzgado de Garantías N°3. Una causa más en un fuero desbordado, donde los expedientes se apilan y los rostros de las víctimas pasan como nombres en una lista. Pero detrás de los papeles hay barrios enteros que siguen preguntándose por qué la muerte se repite como patrón: menores armados, familias destrozadas, vecinos atemorizados.