Kicillof denunció a la SIDE y todos miran a Santiago Caputo

El gobernador de Buenos Aires inició acciones judiciales por espionaje ilegal y destapó una olla que salpica al entorno íntimo de Javier Milei. Detrás de los informes secretos, aparece una figura sin cargo pero con todo el poder: Santiago Caputo. Y en el fondo, la guerra silenciosa con Karina.

Política06/08/2025
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Espionaje, internas y rosca libertaria

 

El 9 de julio no fue un día patrio más. Mientras el presidente Javier Milei se enredaba en sus propios discursos libertarios, en una oficina sin ventanas se cocinaba un informe reservado que iba a poner en jaque no solo a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), sino también a la estructura de poder que sostiene, desde las sombras, al gobierno. 

 

El documento titulado “Hechos previstos 09JUL25” detallaba marchas de jubilados, actividades sindicales, eventos culturales y hasta movimientos de dirigentes políticos opositores, entre ellos Axel Kicillof.

 

Lo que parecía una pieza más del engranaje represivo terminó siendo dinamita política. El gobernador bonaerense no dudó: presentó una denuncia penal en los tribunales federales de La Plata. 

 

No estaba solo. A las pocas horas, Hugo Yasky y Hugo “Cachorro” Godoy hacían lo mismo en Comodoro Py, apuntando directamente contra Milei y el jefe formal de la SIDE, Sergio Neiffert. Pero detrás del organigrama oficial, todos los caminos conducen al mismo nombre: Santiago Caputo, el operador invisible, el cerebro sin cargo, el monotributista más poderoso del país.

 

El poder que no firma, pero decide

 

Santiago Caputo no aparece en el Boletín Oficial. No hay foto suya en Casa Rosada. No conduce un ministerio ni tiene despacho público. Pero maneja la SIDE, controla el Ministerio de Justicia, supervisa a ARCA, y actúa como embajador del mileísmo duro. Todo sin rendir cuentas. Es el vértice de una arquitectura informal de poder que concentra inteligencia, comunicación, redes sociales y decisiones estratégicas.

 

En el Congreso lo temen más que a cualquier ministro. En los pasillos, lo llaman “el Triángulo de Acero”: él, Neiffert y Jonathan Biale. Tres nombres con acceso directo a Milei, a la SIDE, y a la maquinaria digital de trolls, noticias dirigidas y control narrativo. Caputo no solo decide qué se dice, también decide a quién se persigue.

 

La filtración del informe de inteligencia no fue una torpeza. Fue una advertencia. En un contexto de cierre de alianzas en la provincia de Buenos Aires, con movimientos clave de Kicillof, Massa y Máximo Kirchner, el espionaje interno fue más político que preventivo. No se buscaba evitar un atentado: se buscaba anticipar jugadas. El documento, fechado justo antes del vencimiento de las alianzas electorales, detalla horarios, nombres, recorridos. No hay mención a “riesgos de seguridad nacional”. Solo control y paranoia.

 

El búmeran que vuelve a la Casa

 

La jugada de Kicillof no sólo apunta a protegerse, sino también a desnudar el aparato que Milei montó desde la informalidad. Porque si hay algo que le falta a este gobierno, es institucionalidad. El escándalo lo confirmó: el sistema de inteligencia opera como en los peores años del espionaje doméstico. Se espía a quienes disienten, sin orden judicial y sin cobertura legal.

 

Pero el impacto no se agota ahí. El caso habilitó un nuevo capítulo en la tregua de una guerra para nada en silencio: la guerra fría entre Karina Milei y Santiago Caputo. Ella, la hermana del Presidente, ocupa la cúspide de los armadores territoriales, quiere estructura, poder real, cargos y gobernabilidad. Él, el gurú de la nada, responde solo a Milei y construye desde las sombras una red de operadores digitales, periodistas satélite y servicios de inteligencia ad hoc.

La SIDE de Neiffert no responde a Karina. Responde a Santiago. 

 

Y la denuncia judicial de Kicillof, aunque no lo diga, termina fortaleciéndola a ella. Porque mientras el Presidente se encierra con su círculo místico, Karina busca oxígeno político y territorial. La caza de brujas que activó el informe de inteligencia puede ser también una forma de debilitar a Caputo. De correrlo. De ponerle nombre y apellido a lo que muchos, dentro del mismo gobierno, ya sienten como un problema. Hoy Karina y Santiago caminan la Provincia juntos, pero sabemos que la hermana del Presidente es impacable y la lima política seguirá sobre el joven Caputo

 

Lousteau, la UCR y la grieta

 

Martín Lousteau olió sangre y salió a marcar la cancha. Convocó a la Comisión Bicameral de Inteligencia para el próximo martes, con la SIDE en la mira. Lousteau hace rato que denuncia la falta de institucionalidad del gobierno libertario, pero ahora tiene algo concreto: un informe ilegal, sin cobertura judicial, que vulnera derechos constitucionales básicos.

 

Y lo más importante: tiene un nombre sobre el que ya nadie se calla. “Caputo no es funcionario, pero tiene más poder que muchos ministros”, dijo. Lo que antes era un susurro ahora es diagnóstico. El monotributista de oro se volvió el eslabón más visible de un sistema de poder opaco, sin reglas ni frenos.

 

La pregunta que muchos se hacen es: ¿hasta cuándo va a aguantar ese equilibrio precario? Porque el gobierno no puede tener un operador con control total sobre inteligencia, redes, justicia y medios, sin que eso estalle por algún lado. Y menos si ese operador no tiene ni cargo, ni responsabilidad, ni límites.

 

Rosca, espionaje y señales de desgaste

Las denuncias por espionaje no son nuevas en Argentina. Pero lo que marca este caso es el estilo Milei: verticalismo absoluto, informalidad institucional, redes digitales como campo de batalla y servicios de inteligencia como herramienta de control político. No hay épica libertaria acá. Hay prácticas viejas, con estética nueva.

 

El problema es que cuando todo se hace desde la sombra, cualquier chispa puede incendiar el tablero. El informe filtrado expone al gobierno, pero también lo fractura. Porque en esta guerra de todos contra todos, cada denuncia, cada testimonio, cada jugada en tribunales, es también una interna que se activa.

Kicillof eligió el momento exacto. 

 

Denunciar la vigilancia mientras se cierra el mapa electoral, cuando la SIDE es un hervidero y Caputo empieza a generar más enemigos que obediencias. No es sólo una defensa legal: es una jugada política. Marca territorio. Y manda mensaje.

 

El Presidente dice que vino a romper el sistema, pero el sistema que está construyendo ya se parece demasiado al que prometió destruir. Espiar opositores, ocultar operadores y gobernar con trolls no es nuevo. Solo que ahora lo hacen en nombre de la libertad. Y desde un monotributo.

 

 

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