Murió Hulk Hogan, el “muscle hero” de una era que pasó

Hulk Hogan fue el rey de ese mundo: el último gladiador rubio que podía partirte una silla en la espalda y, al mismo tiempo, enseñarte el valor de no rendirse. Hoy, a los 71 años, murió en su casa de Florida, dejando atrás no solo una leyenda de la lucha libre, sino el eco de una era que ya no existe.

Cultura 25/07/2025
NOTA

Por Camila Roncal (Cultura, tendencias y mucho glitter)

Terry Bollea, su nombre real, nació como muchos: en el anonimato. Pero se convirtió en Hulk Hogan, y eso fue otra cosa. Fue ídolo, ícono, meme, inspiración y escándalo. Fue WWE, WCW, Saturday Night, MTV, películas malas con efectos aún peores, y una verdad que nadie puede negar: era imposible no mirarlo.

Su bigote rubio y su pañuelo rojo fueron estandartes de la América de Reagan, la de los músculos inflados y los discursos patrióticos. Pero también fue símbolo de una estética global: Hulkmania cruzó fronteras y se volvió parte de la infancia de millones. La entrada con “Real American” a todo volumen, el dedo acusador, el codazo de oro, y esa mirada desafiante que tenía algo de actor B y mucho de semidiós kitsch.

Hogan era la fantasía muscular de una sociedad que ya estaba vendiendo el alma al consumo. Era pop, plástico y puro. Y como todo lo puro, era también contradictorio: se lo amó y se lo canceló. Fue expulsado del Salón de la Fama por racista y vuelto a recibir como hijo pródigo en busca de redención. Como la cultura que lo creó.

Sus problemas de salud fueron una saga paralela. Demandas médicas, operaciones fallidas, dolor crónico. En el último año, los rumores de coma circularon con fuerza, pero su esposa los desmintió. Hasta que este 24 de julio, el corazón de la leyenda dijo basta. Fue un paro cardíaco, pero también fue el cierre de un ciclo.

La historia no termina ahí: en 2024, en plena campaña republicana, Hogan reapareció en escena para apoyar a Trump y a Vance, con remera roja y musculosa militante. Ya no era el Hulk apolítico de los ’90. Era un veterano que se metía de lleno en el barro de la grieta yankee, reafirmando que él siempre jugó del lado del show, incluso cuando el guión ya no lo necesitaba.

Lo suyo fue siempre el exceso: de músculos, de moralina, de gritos, de espectáculo. Pero en esa sobredosis también había verdad. Porque Hulk Hogan fue cultura pop pura, sin filtro. Un símbolo de una masculinidad que hoy se revisa, se discute, se parodia, pero que en su momento fue aspiración y refugio.

Murió el hombre. Queda el ícono. Y con él, una parte de nosotros que sigue esperando el codazo final, ese que caía desde la tercera cuerda y nos recordaba que, a veces, el bien también gana. Hasta siempre, Hulk. Gracias por la gloria, el glitter y la ficción.

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